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WILLIAM MORRIS toda una vida al servicio de la educación


Toda historia tiene un protagonista, un comienzo, un relato, una vida, un acontecimiento, un sueño, una realidad. En nuestro caso está muy claro: El Padre Morris.

Si tomamos la imagen del árbol, y sin forzar mucho, veremos que sus raíces son las de un yanqui irlandés, su tronco formativo el de un sacerdote marianista, sus ramas con frutos sazonados son las de un educador en diversos colegios (San Antonio del Callao, Santa María de Lima) y una universidad (UCSM).

A la hora de dar con su perfil, nos encontramos con un gigante con alma de niño, un soldado de María, duro como el sillar y tierno como el yaraví, fogoso como el volcán pero sereno como el Chili. Músculos de acero pero ojos de cordero. Pies en la tierra, corazón en el cielo. Luchador incansable sin querer perder nunca, pero dadivoso hasta perder el último centavo. Fundador de colegios y universidades y fundido por los suyos. Siempre listo para servir pero sin perder su personalidad. Con voto de obediencia pero libre, con la libertad de los hijos de Dios y siendo siempre Bill, él mismo. Miembro de una comunidad, la Sociedad de María, pero todo un perfecto solitario, no “llanero” sino de altura, como la de la Blanca Ciudad.

Respetado y querido, tiene su sitio en la historia mistiana aunque la burocracia no termine de ubicárselo. Miles de jóvenes, alumnos de la UCSM, y miles de sus familias le deben mucho de sus vidas. Arequipa no sería la misma si el P. Morris no hubiera existido.

Claro está que no es tan fácil ofrecer un retrato completo. Que se lo pregunten al escultor que le ha inmortalizado en bronce pero que, según los más cercanos al Padre Morris, deja un tanto que desear. Lo mismo siento en la obra que ahora te ofrezco. He procurado beber de todas las fuentes, inquirir todos los testigos, pero queda mucho por hacer. Agradezco a Víctor M. Olguín, su dilecto alumno, que roturó el camino con una primera biografía; felicito a Ramiro Valdivia que le ha dedicado decenas de artículos; estoy en deuda con las decenas de personas que me han brindado su apoyo con su testimonio oral o escrito. Siento que hay que esperar que las fuentes como las aguas se asienten; para muchos el Padre Morris fue un santo a causa de los disgustos de sus hijos; todavía circulan versiones encontradas de los sucesos del 73. Algún catedrático –buen amigo pero un tanto socarrón- me dijo: “¿Quieres canonizar a Morris?” Otro buen amigo, clérigo para más señas, no da su brazo a torcer y no acepta que se le señale como el “Fundador” pues lo sería el clero arequipeño. De los sucesos del 73, alguno vio hasta un ataúd con el nombre del P. Morris, otros consideran el movimiento como la respuesta correctiva al deseo del fundador de una Universidad con valores, inclusiva, frente a la elitista y pragmática que comenzaba a pergeñarse.

Lo único que pretendo es ayudar a conocer mejor al auténtico fundador de la UCSM, teniendo muy presente el concepto de historia que acuñó el maestro de la peruanidad, arequipeño, Víctor Andrés Belaunde, en su discurso de ingreso a la Academia Nacional de la Historia: “La Historia es una liberación... Presenta a nuestra razón lo que amorfo e inexpresivo vivía en las secretas inclinaciones trasmitidas por las ligaduras que nos unían a las viejas tendencias y a los viejos hábitos... Surge, por fin, la Historia para afirmar en los pueblos su conciencia nacional; para darles la verdadera libertad en su desenvolvimiento, exonerándolos de la fuerza ciega del pasado, para darles las tradiciones de que deben nacer sus ideales y la orientación de su vida futura”.

Yo también me he encontrado con miles de notas amorfas e inexpresivas a las que he intentado darle orden y vida. He considerado fundamental contextualizar geográfica y cronológicamente su obra. Espero no distraerles demasiado. Las personas somos hijos de nuestro tiempo y por ello quiero enmarcar su vida y su obra en el mundo socio religioso que le tocó vivir. Animo a otros historiadores a que investiguen y publiquen sobre estos temas. He procurado allegar el mayor número de testimonios y documentos. Con gozo se los presento. Sé que faltan muchos más y siento como escribió R. Tagore que está por escribir la página más bella. Sin embargo, me doy por contento si al leer la presente alguno se anima a completarla con su pluma y, sobre todo, con su vida.

Una buena muestra la ofrece el discurso de ceremonia de culminación e inicio de su gestión rectoral. Sí, en los momentos decisivos, en las coyunturas trascendentales, sólo los testigos y maestros con una identidad bien definida e inquebrantable marcan el rumbo. Es lo que vemos en el cambio de posta, en el relevo de la autoridad suprema de la institución fundada por el P. Morris, tanto el rector saliente como entrante lo recordaron con estas palabras (21 de enero del 2010). El Dr. Julio Paredes proclamó:

Considero necesario también recordar y reconocer durante esta Ceremonia la señera figura del Reverendo Padre William Morris Christy, nuestro fundador. El Padre Morris nos legó tres lecciones fundamentales. Su cariño y entrega por la universidad. Su convicción de que hay que trabajar incansablemente, todos los días, a cada hora y a cada minuto, en lo que resulte indispensable para lograr el bienestar universitario. Su abnegado amor y afán de servicio por todos y cada uno de los alumnos, en lo poco o mucho que necesiten, a fin de que se sientan queridos, realizados y exitosos (21 de enero del 2010)

Por su parte, el Dr. Abel Tapia enfatizó:

Nuestra gestión no podrá dejar de ser un servicio, ofrecido con esmero, con afecto, con incondicional actitud de entrega…Fue el servicio, desinteresado e incondicional, lo que precisamente inspiró a nuestro fundador, el recordado PWM. Lo que él hizo aquí, como genuino sacerdote marianista, fue para servir a los jóvenes de esta parte del Perú, no a través de una empresa o de una universidad elitista y excluyente, sino por medio de una Casa de Estudios en la cual la inclusión, el diálogo, la tolerancia, junto a la eficiencia y dedicación fueran las constantes de una formación católica y cristiana de primer nivel. Quiso así una universidad que acogiera a la mayor cantidad posible de alumnos, para ponerlos bajo la guía y protección de la Virgen María, de su sabio e imperecedero mensaje de fidelidad y pureza.

Nadie discute esta herencia, este patrimonio. Es el pionero, el fundador, el alma, el modelo, el paradigma, el padre y el amigo. Al P. W. Morris se le recuerda, se le respeta, se le admira, se le tiene en cuenta. Son muchos los miembros de la comunidad de la UCSM los que se preguntan en el desempeño de su misión docente y vital “¿qué haría el P. Morris si estuviese en mi lugar?”. Y sienten la presencia de su espíritu, iluminando, fortaleciendo, uniendo. Sin embargo, falta conocerlo a cabalidad, estudiarlo en profundidad.

Ojalá, este estudio sea un estímulo para seguir investigando en nuevos aspectos de la rica y poderosa personalidad de nuestro biografiado. Siguen pendientes testimonios y documentos, que –sin duda- nos ayudarán a completar su vida y obra. Agradezco de modo particular la confianza depositada en un foráneo como yo por la familia de la UCSM, con sus autoridades al frente, particularmente por parte del Dr. Ramiro Valdivia, auténtico albacea cultural y espiritual de nuestro protagonista. No puedo olvidar las inestimables sugerencias y la revisión del texto por parte de su biógrafo V. Olguín, así como de su Hermano marianista, Roberto Wood, y el Dr. Horacio Ramírez del Carpio, egresado de la primera promoción de la UCSM y Coordinador Académico de Estudios a Distancia.

Con la presente obra, me congratulo en aportar otro sillar más al gran monumento que Arequipa le debe a este educador que lo dio todo por la juventud de la Ciudad Blanca, desde su recio talante humano, académico y espiritual. (WILLIAM MORRIS CHRISTY. Fundador de la Universidad Católica de Santa María. José Antonio Benito Rodríguez)