Entonces, ¿ Por dónde comienza, empieza la filosofía? ¿Qué es lo que supone? Si sólo podemos aprender a filosofar dialogando con los filósofos, encontraremos las respuestas en la tradición de la filosofía. Pues todos nosotros hemos filosofado alguna vez. Lo hacíamos ya de niños y debemos hacerlo en la universidad. La filosofía no es en el fondo nada nuevo. Empieza con unas preguntas que se plantean cuando el mundo, (que nos es familiar y cotidiano), de repente pierde su carácter de evidencia y se nos convierte en un problema: ¿Por qué existen tantas cosas? ¿Qué sentido tiene el universo? ¿Por qué yo soy yo y no cualquier otro? ¿Qué es justicia?. Y tantas otras interrogantes que nuestra mente quiere y exigentemente desea resolver.
En este contexto, el conocimiento es un dato primitivo de la realidad, y como tal, indefinible. Originariamente significa el hecho maravilloso de que un ente, el espíritu, no sólo existe entre otros entes, sino que es transparente para sí mismo, "consciente de sí mismo", está "dentro de sí", y a la vez se dilata y rebasa su propio ámbito, reflejando en sí lo "otro", lo que no es él, y "deviniendo, en cierta manera todas las cosas", como considera Aristóteles. En cuanto acto vital, el conocimiento es una perfección ontológica inmanente en el sujeto, y, sin embargo, en cuanto "darse cuenta" de un "otro", lleva hacia objetos, por encima de los límites del sujeto, hacia objetos; denota un devenir uno (llamado intencional, en oposición al real ser uno) con el objeto.
De conformidad con su esencia, todo conocimiento (tanto respecto a su ser-acto como a su carácter intencional de representación) tiene primeramente sus raíces en el ser, desligado de la materia, del sujeto cognoscente.
La experiencia total es captada como experiencia y como total por lo que hemos de llamarla intuición (mirada inmediata). Esta intuición es la que inaugura el pensamiento. En ese momento, absolutamente primordial, están preconcebidos todos los saberes futuros y posibles, como la encina entra en la bellota, como la espiga de trigo en el grano. A menudo esta intuición es inconsciente. Lo es ante todo, porque el primer encuentro con la realidad se remonta a una edad muy lejana de nuestra infancia, mucho antes del uso de razón y hasta del uso del lenguaje.
Lo es también debido a su totalidad, que perturba ampliamente la visión distinta. Lo es, porque en el ejercicio de nuestra conciencia corporal, es donde se realiza la experiencia total. Nuestra conciencia corporal no es interior; por tanto, una oscuridad procedente del vínculo sensible con la cosa presente y con nuestro cuerpo rodea a la experiencia realista, espiritual, que es como el núcleo recóndito de la luz.
En definitiva, son dos encuentros en uno. Dos intuiciones: la intuición sensible que lo aporta todo, pero que es totalmente ciega, y la intuición espiritual que capta todo, pero a través de lo singular sentido como aislado. Las dos intuiciones se fecundan y se entremezclan hasta el momento en que se impone la luz, bien sea una luz buscada y deseada, bien una luz triunfante que de pronto hace que todo brille y se manifieste: la luz metafísica, el shock de lo real percibido como tal.
Conjuntamente, todo esto, conjuntamente, es ya el pensamiento humano; o mejor dicho, su aurora. Pero, como se necesita una conciencia espiritual, sólo el hombre dispone del pensamiento. ¿Por qué? Porque la bellota será alguna vez encina, pero todavía no lo es...; porque el grano habrá de ser la espiga que todavía no es. Porque pensar exige otros procesos, otros desarrollos; dado que el pensamiento es forma de todo objeto posible, pues, pensar es un acto síquico que tiene lugar en el tiempo, que es formulado por un sujeto y que aprehende un pensamiento referido a un objeto.
3.1. PERCEPCIÓN Y APERCEPCIÓN
La percepción es la aprehensión sensorial total de un conjunto de datos sensibles; se constituye en el verdadero acto primitivo del conocimiento sensorial. Fue Bernardino Telesio (1509-1588) quien introdujo el vocablo percepción al afirmar que "la sensación es la percepción de las acciones de las cosas, de los impulsos del aire y de las propias presiones y cambios, sobre todo de éstos". La percepción, considerada en oposición a la impresión sensorial pura, toma el aspecto de una apercepción. Por lo que la percepción podría definirse como la aprehensión directa de una situación objetiva.
La percepción (como acción y efecto de percibir o sensación interior resultante de una impresión material hecha en los sentidos) puede ser de objetos reales o posibles. Cuando se trata de objetos reales, la perfección de la percepción consiste en percibirlos tales como son en sí. En cuanto a los objetos posibles, la perfección se cifra en percibirlos tales como deben ser, según la materia de que se ocupa el pensador, y las condiciones a que se sujeta.
En la construcción de la imagen perceptiva pueden cooperar, junto con las impresiones procedentes del objeto sensible, factores subjetivos de muchas clases: complejos representativos asociados, esquemas anticipadores y distribución de la atención, que realizan una especie de selección entre las partes del todo que han de considerarse. Estos factores y, en el hombre, los de enfoque intelectual e interpretación de sentido que se unen a las funciones sensoriales, convierten la impresión sensorial en una apercepción.
La consecuencia de este "a priori sicológico" no es necesariamente una percepción engañosa, sino, ante todo, una "patentización" de lo que en el complejo concreto tiene importancia para el sujeto. Pues en la aprehensión humana del mundo de los sentidos se combinan lo intelectual y la percepción sensorial, ésta se ensancha hasta hacerse percepción de las cosas, la cual nos presenta los objetos como sustancias existentes en sí.
Por eso la terminología escolástica habla de la substancialidad de las cosas sensibles como de un "sensibile per accidens". Pues el objeto de los sentidos es siempre alguna cosa singular o individual, no una esencia universal, que es objeto propio de la inteligencia (S.T. 1, q. 85, 3; 1, q. 59, a. 1, 1 ad 1; 1, q. 12, a. 4; 1, q. 14, a.2; 1, q. 78, a. 4, ad 6).
En la vieja sicología "atomista" la percepción fue interpretada como un producto compuesto (a modo de mosaico) de "sensaciones simples elementales" precedentemente formadas, mientras que, según los modernos puntos de vista relativos a la totalidad sicológica, la percepción es verdadero "acto primitivo" del conocimiento sensorial.
Para René Descartes (1596-1650) y para Baruch Spinoza (1632-1677), la percepción es sobre todo un acto intelectual, concepción que ha conducido muchas veces a una distinción rigurosa entre percepción y sensación aún en el caso de que se considere a la primera como aprehensión de objetos sensibles. Tal distinción se ha conservado en varias tendencias de la sicología moderna, bien que se considere que la percepción no es ya exclusivamente un acto de la inteligencia sino una aprehensión síquica total en la que intervienen sensaciones, representaciones e incluso juicios en un acto único que se puede descomponer mediante el análisis.
Al entenderse la percepción como la "aprehensión directa de una situación objetiva", que supone la supresión de actos intermediarios pero también la presentación de lo objetivo como algo por sí mismo estructurado, John Locke (1632-1704) entendió que la percepción es un acto propio del entendimiento, de tal modo que la percepción y la posesión de las ideas es una y la misma cosa (Ensayo).
Guillermo Leibniz (1646-1716) distinguía entre percepción (el "estado pasajero que comprende y representa una multiplicidad en la unidad o en la sustancia simple") y la apercepción, que equivale a la conciencia de la primera (Monadología).
Emmanuel Kant (1724-1804) distinguía entre la apercepción empírica y la apercepción pura o trascendental; la primera es la propia del sujeto que posee un sentido interno del flujo de las apariencias; la segunda es la condición de toda conciencia, incluyendo la conciencia empírica (Crítica de la Razón Pura). La apercepción trascendental es la pura conciencia original e inalterable; no es una realidad propiamente dicha, sino aquello que hace posible la realidad en cuanto realidad para un sujeto.
Kant consideró que por medio de la unidad trascendental de la apercepción es posible la idea misma de objeto en general, la cual no había sido todavía posible a través de las intuiciones del espacio y el tiempo y de las unificaciones introducidas por los conceptos puros del entendimiento o categorías. Así resulta que la unidad trascendental de la apercepción que se manifiesta en la apercepción trascendental constituye el fundamento último del objeto en cuanto objeto de conocimiento (no en cuanto cosa en sí).
Pues la "unidad de la síntesis de acuerdo con conceptos empíricos sería completamente fortuita sino estuviese basada en el fundamento trascendental de la unidad". Esto explica el sentido de la famosa frase kantiana: "las condiciones a priori de una experiencia posible en general son al mismo tiempo las condiciones de la posibilidad de los objetos de la experiencia".
A pesar de todas estas diferencias es característico (en casi todas las tendencias modernas y contemporáneas sobre la percepción) el hecho de situarla siempre en el territorio intermedio: entre el puro pensar y el puro sentir, así como entre el sujeto y el objeto.
En la construcción de la imagen perceptiva pueden cooperar (junto con las impresiones procedentes del objeto sensible) factores subjetivos de muchas clases: complejos representativos asociados, esquemas anticipadores y distribución de la atención, que realizan una especie de selección entre las partes del todo que han de considerarse. Estos factores, y en el hombre, los de enfoque intelectual e interpretación de sentido que se unen a las funciones sensoriales, convierten la impresión sensorial en una apercepción.
La consecuencia de este "a priori sicológico" no es necesariamente una percepción engañosa, sino, una "patentización" de lo que en el complejo concreto tiene importancia para el sujeto. Pues en la aprehensión humana del mundo de los sentidos se combinan lo intelectual y la percepción sensorial, la que se ensancha hasta hacerse apercepción de las cosas, la cual nos presenta los objetos como sustancias existentes en sí (el término aprehensión fue introducido por la escolástica del siglo XIV para designar el acto mediante el cual se apresa o adapta como objeto un término cualquiera (concepto, proposición o cualidad sensible) en cuanto distinto del asentimiento con el cual se lo juzga).
Por eso la terminología escolástica habla de la sustancialidad de las cosas sensibles como de un "sensibile per accidens". Pues el objeto de los sentidos es siempre alguna cosa singular o individual, no una esencia universal, que es objeto propio de la inteligencia (S.T. 1, q. 85, 3; 1, q. 59, a. 1, 1 ad 1; 1, q. 12, a. 4; 1, q. 14, a.2; 1, q. 78, a. 4, ad 6).
Entonces, La percepción se refiere a un "existente aquí y ahora", a lo que aparece en el respectivo campo visual y en el momento vivencial presente. Sin embargo, no todo es espacial, como lo señalan las declaraciones: "eso de ahí es redondo", "este ángulo es rojo", "ahora siento dolores"; pero es al menos es temporal, como lo expresado en las frases: "me siento cansado", "tengo dolor", o como los denominados hechos de conciencia "pienso", "lo veo", "me imagino".
La palabra con que expresamos una cosa percibida se llama "término" o vocablo. Para expresar los objetos, necesitamos tener idea de los mismos; pero es de notar que la palabra no expresa la misma idea, sino la cosa representada por la idea. En la misma reflexión puedo percibir la percepción, que tiene la estructura de "yo percibo a éste ahora" o, en el mismo sentido "me parece esto", en la que ninguno de los tres elementos puede darse por sí solo, también el "yo" que aparece y la misma percepción se muestran como temporales.
Se denomina apercepción a la percepción atenta, la percepción acompañada de conciencia. Descartes escribía: "es cierto que no podemos querer otra cosa sin apercibirla por el mismo medio que la queremos" (Las Pasiones del alma). Guillermo Leibniz (1646-1716), al establecer la distinción entre percepción y apercepción, alegaba que los cartesianos sólo han tenido en cuenta las percepciones de las que hay conciencia, es decir, las apercepciones. Pero hay asimismo percepciones confusas y oscuras, como las propias de ciertas mónadas "en estado de aturdimiento".
En atención a cuanto manifiesta Kant, él considera que por medio de la unidad trascendental de la apercepción es posible la idea misma de objeto en general, la cual no había sido todavía posible a través de las intuiciones del espacio y el tiempo y de las unificaciones introducidas por los conceptos puros del entendimiento o categorías. Así resulta que la unidad trascendental de la apercepción que se manifiesta en la apercepción trascendental constituye el fundamento último del objeto en cuanto objeto de conocimiento (no en cuanto cosa en sí).
Pues la "unidad de la síntesis de acuerdo con conceptos empíricos sería completamente fortuita sino estuviese basada en el fundamento trascendental de la unidad". Esto explica el sentido de la famosa frase kantiana: "las condiciones a priori de una experiencia posible en general son al mismo tiempo las condiciones de la posibilidad de los objetos de la experiencia".
Otro aspecto debatido ha sido el carácter mediato o inmediato de la percepción: El realismo se inclinó a sostener la inmediatez; el idealismo tendió a afirmar que hay algo mediato. Así, hay cierta afinidad entre las teorías idealistas y las fenomenistas de la percepción; ambas están en favor de la idea de que la percepción no es algo inmediato.
Los fenomenistas sostienen que cuando alguien ve un objeto (o si se quiere, ve el objeto en cuanto apariencia), no ve propiamente el objeto. En cambio, los realistas sostienen que cuando alguien ve un objeto éste aparece sin que haya diferencia entre la apariencia y el objeto. Los idealistas sostienen que la "mediación" entre el objeto y la apariencia consiste en el "pensamiento", en la "reflexión", etc., lo que no aceptan los fenomenistas.
El análisis fenomenológico de la percepción nos muestra que en ésta hay una síntesis de índole "práctica", la que es posible porque ha percibido en el mundo la forma de las diversas relaciones entre los elementos de la percepción. Los individuos captan formas de acuerdo con sus situaciones en el mundo. La percepción no es ni una sensación considerada como enteramente individual-subjetiva, ni un acto de la inteligencia: es lo que vincula a una y a otra en la unidad de la situación. Tal planteamiento puede sucintarse en tres puntos:
Por tanto, no debemos confundir las representaciones del entendimiento con las de la imaginación: las primeras son de un orden superior, y forman el objeto de las operaciones intelectuales; las segundas éstas son una reproducción interior de las sensaciones; aquellas son de un orden superior, y forman el objeto de las operaciones intelectuales. Así, si recuerdo un círculo que he visto en un encerado, limitándome a reproducir en mi interior lo que antes veía con mis ojos, aquella representación interna pertenece a la imaginación; pero si el círculo se me ofrece como una figura geométrica, cuyas propiedades considero, la representación es intelectual.
Hemos dicho que la percepción puede ser de objetos reales o posibles y que la palabra con la que expresamos una cosa percibida se llama término o vocablo; entonces, para expresar los objetos, necesitamos tener idea de los mismos; pero es de notar que la palabra no expresa la misma idea, sino la cosa representada por la idea. En la palabra "mar", no se significa la idea del mar, sino el mar mismo. Así decimos: "el mar está agitado", lo que no es aplicable a la idea. Pues aprender algo es empezar a dialogar y discutir con el patrimonio acumulado durante siglos en el terreno de las técnicas, las ciencias, la filosofía, el arte, etc.,... aprender a filosofar, por ejemplo, es iniciar un diálogo fecundo con los grandes pensadores de la humanidad que han explicitado, a su modo particular, gran parte de los problemas y experiencias que también actualmente confrontamos.
Consecuentemente, La idea considerada bajo diferentes aspectos, la idea debe ser:
La universidad como centro de enseñanza superior, organizado en facultades, colegios, escuelas, cursos de estudio, exámenes, grados y títulos académicos, es un producto de la civilización medieval; y si bien no se enlaza con alguna tradición clásica, griega o romana, ni existe continuidad con las escuelas superiores de Bizancio, tiene la exigencia de un trabajo realmente académico, por lo que es muy importante el definir y el dividir bien.
3.2.1. Definición
Anicio Severino Boecio (480-524) distinguió 14 tipos de definiciones: 1) nocional, 2) cualitativa, 3) descriptiva, 4) verbal, 5) por diferencia, 6) por metáfora, 7) por privación del contrario, 8) por hipótesis o fantástica, 9) por comparación a un tipo, 10) por falta de plenitud en el mismo género, 11) laudatoria, 12) por analogía: "el hombre es un microcosmos", 13) relativa: "padre es quien tiene hijo", 14) causal "el día es el sol sobre la tierra" (De definitione).
La definición es la explicación de una cosa. Su nombre indica su objeto: definir es señalar los límites, fines.
Tomás Hobbes (1588-1679) considera que "la definición no puede ser otra cosa que la explicación de un nombre mediante un discurso". En otro lugar de su obra De corpore afirma que "es la proposición cuyo predicado es resolutivo del sujeto, donde la cosa es posible; y donde no es posible, ejemplificativo". Para Stuart Mill (1806-1873) "es una proposición declarativa del significado de un palabra".
El término definición proviene del latín definitio. Es la oración que explica, sucintamente, la naturaleza de una cosa o la significación de un término, según afirma Aristóteles. La definición consta de dos partes: el género próximo y la diferencia específica. El primero muestra lo que hay de común entre la cosa y las otras realidades. Y el segundo explica lo que no es común entre la cosa y las demás.
La definición es la explicación de una cosa. Su nombre indica su objeto: definir es señalar los límites, fines.
En sentido general, la definición es de dos formas según que se proponga explicar: el sentido de una palabra o la cosa misma, o el sentido de una palabra;: la primera se llama se llama definición de nombre (definitio nominis), definición nominal, al tener por objeto acotar el exacto significado de un vocablo; la segunda se denomina propiamente definición de la cosa (definitio rei), definición real, pues indica la esencia específica de una cosa; la segunda de nombre (definitio nominis), definición nominal, tiene por objeto acotar el exacto significado de un vocablo.
La definición nominal utiliza una palabra o una frase (definiens) como substitutiva de otra (definiendum). En este caso el concepto tiene el significado que se le ha prestado arbitrariamente. No aspira a otra verdad que la conformidad con su propia definición. No añade nada a nuestros conocimientos, pero puede contribuir a acrecentarlos en el plano metodológico. Es el caso de los símbolos algebraicos. El inconveniente de las definiciones nominales es que corren el riesgo de ser consideradas reales, después de cierto tiempo, por aquellos que las emplean.
La definición real designa el objeto por sus características esenciales y, en consecuencia, supone una verdad. Aunque establece una equivalencia entre lo definido y la definición, supera el plano del lenguaje para alcanzar el del conocimiento. Esta distinción entre los dos tipos de definiciones es importante, pues toda ciencia se apoya en teorías, y éstas en conceptos. Mientras que las teorías se refieren a conceptos, a definiciones nominales, ofrecen un interés metodológico. Por el contrario, si recurren a las definiciones reales, adquieren relevancia por su contribución a la ciencia. Las definiciones se juzgan nominales por su utilidad, y reales por su verdad.
Entre las principales clases de definición podemos enunciar:
Una definición se considera Para ser buena, cuando la definición debe explicar todo lo que hay en lo definido, nada más. Todo, porque sin esto sería incompleta, y lo definido se confundiría con cosas distintas. La definición de la circunferencia es la siguiente: una línea curva reentrante, cuyos puntos distan todos igualmente de uno que se llama centro. Esta sería imperfecta si le faltara el vocablo "reentrante", pues no expresaría todo lo que se contiene en la idea "circunferencia". La de triángulo rectilíneo es: una superficie cerrada por tres líneas rectas.
Finalmente, debe anotarse que la definición se encuentra dividiendo y subdividiendo un género superior hasta llegar a la especie deseada, o bien investigando en los objetos que llevan el nombre del concepto buscando aquellas notas que convienen a todos y solo los objetos así designados.
3.2.2. División
En sentido amplio, la división es la desarticulación de un todo en sus partes; pues toda división supone un todo que se divide, las partes en que es dividido y un fundamento o punto de vista desde el cual se realiza la división. La división, como división lógica, se distingue de la partición, que es la descomposición de un todo en sus partes, en cuanto es la distribución de objetos diferentes que pueden mentarse con el mismo nombre.
La división, en sentido estricto, concierne a la extensión de un concepto universal o de una clase, entendiéndose por ésta la totalidad de los objetos que realizan un concepto. De esta forma, los vivientes sensitivos constituyen la clase de los objetos que constituyen realizan el concepto "viviente sensitivo".
Mediante ulteriores determinantes, tales como racional, irracional, puede nombrarse ulteriores clases parciales correspondientes a conceptos inferiores. La división de ésta ha terminado, cuando la totalidad de los objetos que se encuentran bajo ellas iguala a los de la clase total.
La división, en sentido estricto, (ya de un concepto en sus notas, ya de un todo real en sus partes), debe distinguirse de la descomposición, ya de un concepto en sus notas, ya de un todo real en sus partes. En la división estricta el contenido conceptual conviene íntegramente a todos los miembros, lo cual no ocurre siempre en la descomposición.
De conformidad con el concepto de división, ésta debe reunir tres condiciones:
Si dividimos un triángulo rectilíneo en sus tres líneas, la división será real; porque estas líneas son partes distintas y separables. Si lo dividimos en dos partes: 1ª figura cerrada, 2ª tres líneas, la división será metafísica; porque, aunque estas dos propiedades sean constitutivas del triángulo, no son separables de manera que la figura cerrada se pueda separar de las tres líneas. Dividiendo el triángulo en equilátero, isósceles y escaleno, la división será lógica, pues aunque no existan ni puedan existir en ningún triángulo estas cosas juntas, hay la idea general de triángulo, aplicable a diferentes especies del mismo género.
3.3. EL ENTENDIMIENTO
Entre las corrientes sicológicas que han pretendido y pretenden explicar el origen de la inteligencia están:
A pesar de todo, debemos decir que el entendimiento humano es la facultad de pensar, o sea, la facultad de percibir de modo no sensible el ser y las relaciones;. El entendimiento es la facultad de conocer. Y el conocer del entendimiento es:
El entendimiento, como tal, acompaña al conocer espiritual en cuanto tal sin diferencia alguna, ya se encuentre realizado de manera ilimitada, como en el espíritu infinito de Dios, ya limitada, como en el espíritu existente o ligado a lo somático. El objeto característico del conocimiento espiritual y del entendimiento en general es el ente en cuanto ente. Y mientras el entendimiento del hombre está unido al cuerpo y al conocimiento sensorial, dicho objeto se le da sólo en la esencia que brilla en la cosa sensible (intelligibile in sensibili).
La peculiaridad del entendimiento del hombre se caracteriza por los siguientes conceptos:
Primero, es espiritual y se orienta a lo espiritual y, no obstante, está ligado a las funciones sensoriales y, por tanto, a la materia. Espiritual, porque es únicamente una facultad cuyos actos no son directamente co-realizados por un principio material; por consiguiente, una facultad, rigurosamente inmaterial, que puede dirigirse a objetos espirituales y encontrar en ellos la perfección de su ser y sentido.
Sólo una facultad espiritual puede presentar en su ser propio lo simple y lo no sensible. La distinción de yo, no yo y acto y la pregunta que ello hace posible acerca del valor lógico, ético y estético de los actos y de la existencia propia, así como el perfecto "consigo" (Bei-sich) de la autoconciencia, suponen también un principio espiritual.
La unión al conocimiento sensorial es notoria: el entendimiento del hombre debe obtener de la experiencia sensible casi todos los conceptos primitivos; no posee intuición inmediata alguna de las esencias espirituales. El entendimiento mantiene también en el curso total del pensar la vinculación a las imágenes sensibles (conversio ad phantasmata de la escolástica).
Únicamente puede elevarse a lo espiritual y suprasensible por el camino de la analogía. El carácter discursivo y abstractivo de la actividad de nuestro entendimiento Con esta unión al conocimiento sensorial guarda relación con esta unión al conocimiento sensorial el carácter discursivo y abstractivo de la actividad de nuestro entendimiento, de tal manera que, el término "entendimiento" en sentido estricto, denota la facultad de pensar abstractiva y discursivamente.
En segundo lugar, la índole peculiar del entendimiento del hombre se manifiesta en la oposición de receptividad y espontaneidad. Clásica es la distinción entre entendimiento agente y paciente en la doctrina de la abstracción, tal como en diversas formas fue desarrollada desde Aristóteles. La espontaneidad del espíritu se manifiesta en la dirección de la atención, en los actos de toma de posición propios del juicio y en el pensamiento creador que supone siempre la recepción de un contenido cognoscitivo.
En tercer lugar, la oposición de inmanencia y trascendencia en la actividad del entendimiento es superada por la imagen cognoscitiva intelectual, el verbum mentis, que, considerada desde el punto de vista ontológico, permanece por entero en el cognoscente y, no obstante, por su carácter de imagen, le conduce más allá de sí misma: al objeto.
De manera natural, el entendimiento queda unido al conjunto del modo de conocer sensitivo-intelectual y, a la vez, al todo de la personalidad sicológica aún con su parte irracional.
En este contexto, la atención es la aplicación de la mente a un objeto; pues el primer medio para pensar bien es atender bien. El vocablo atención es una noción relativamente reciente (siglo XVII) que refiere el acto mediante el cual el espíritu toma posesión, en forma clara y vivida, de uno de sus posibles objetos. Descartes la considera como el acto mediante el cual el espíritu toma en consideración un único objeto durante algún tiempo; y Leibniz afirma "nosotros prestamos atención a los objetos que distinguimos y que preferimos a los demás". La atención debe ser firme, pero suave. Por ello, el secreto para alcanzar una atención firme sin dureza, y flexible sin flojedad, consiste en estudiar con método, en ocuparse de los negocios con buen orden, y cumplir sus obligaciones con ánimo tranquilo y reposado.
Por otra parte, la unión con del conocimiento sensorial es notoria: el entendimiento del hombre debe obtener de la experiencia sensible casi todos los conceptos primitivos; no posee intuición inmediata alguna de las esencias espirituales (el concepto, formación del concepto, ontologismo).
Los actos del entendimiento son tres: percepción conceptual, juicio y raciocinio. La percepción es el acto con que conocemos la cosa, sin afirmar ni negar nada de ella. El juicio es el acto con que afirmamos o negamos una cosa de otra. Y el raciocinio es el acto mediante el cual inferimos una cosa de otra.
En las potencias intelectivas las podemos
precisar mediante dos distinciones: