Luego de realizado el estudio de la presente unidad el lector estará en posibilidad de:
1. Cultivar, exhibir y practicar las virtudes que permitan una mejor
comprensión de la lectura.
2. Delimitar, reordenar e instruir la mejor manera de tomar apuntes.
3. Determinar, organizar y confeccionar fichas de lectura considerando
sus clases e importancia.
4. Reconstruir, discriminar y diseñar los elementos de análisis
y síntesis que posibilitan la mejor comprensión.
En múltiples lenguas, cuya fijación en la escritura literaria se remonta a muchos siglos, la distancia entre el modo en el que la palabra está escrita y aquel en el que es pronunciada es notable, y esto comporta dificultades en el momento de establecer las correspondencias entre sonidos y signos y dificultades nuevas en la identificación del significado de las palabras (homonimias y homofonías).
En el japonés escrito, que es una mezcla de chino y de escritura alfabética, cada signo gráfico corresponde al sonido de una sílaba, fonema simple o grupo de fonemas. Las sílabas, al combinarse en la palabra, no garantizan la univocidad del significado, que sólo se puede deducir considerando el contexto, la flexión de la voz y los espacios entre los signos. Aprender a leer comporta grandes dificultades para los niños japoneses.
En cambio, el castellano, el coreano y el finlandés se escriben como se pronuncian y la escritura finlandesa es considerada como la más fonética de todas. La correspondencia casi perfecta entre signo y sonido explica el escasísimo número de disléxicos, entre los niños finlandeses, muchos de los cuales en la familia hablan sueco y no finlandés, según se ha demostrado.
Las rápidas indicaciones sobre algunos de los aspectos implicados en el acto de la lectura pueden hacer entrever, en parte, la complejidad del tema y explicar cómo aún hoy día esté abierta y viva la discusión sobre el aprendizaje/enseñanza de la lectura.
3.1. COMO APRENDER A LEER
Los grandes interrogantes son: ¿Se debe enseñar a leer? y ¿leer y escribir constituyen las dos caras de una misma técnica? Debemos estar seguros de que leer no es una recepción pasiva de contenidos y de códigos. Lingüísticamente la lectura es la suma de varios signos que poseen un contenido y una expresión. Por tanto, ciertamente es muy importante conocer el significado de todas y de cada una de las palabras del texto. Por ello Francisco Richaudeau (1966) decía: " Para ser un buen lector es necesario un esfuerzo concentrado y una cooperación total con el autor. Una gran sensibilidad al tono y a las ideas adoptadas por el autor mejora la velocidad y la comprensión".
Sea la edad del aprendizaje de la lectura; sean los eventuales períodos preparatorios a su aprendizaje; sea el control de la competencia y de la capacidad de lectura; el control de valores como la velocidad y la dicción de las palabras; sean definiciones tradicionales de modalidades de lecturas, como lectura silenciosa o mental, en voz alta, lectura informativa, lectura crítica, son aún hoy día objeto, especialmente en la pedagogía anglosajona y en la francófona, de ásperas yuxtaposiciones teóricas, de pacientes investigaciones experimentales o de apresuradas eliminaciones del contexto.
En algunos ambientes, el problema del proceso de lectura ha sido estudiado relativamente, tanto debido a la tendencia a subrayar la inventiva y la experimentación de los profesores como porque el acento se ha desplazado cada vez más sobre qué leer y sobre por qué leer, casi considerando como un problema puramente técnico el de cómo leer, que dependen estrechamente de saber cómo se aprende a leer.
1) Manera de leer: Escogidos los libros o conocidos éstos por ser libros de texto o de lectura general, debemos manifestar que naturalmente la manera variará según sea el fin que nos propongamos. Sin embargo, hay algunas consideraciones comunes sin las cuales toda lectura será inútil e infructuosa.
La atención, por ejemplo, es necesaria tanto para una lectura recreativa como para una instructiva, o crítica.
La intención de sacar algún provecho intelectual o moral debe, de la misma manera, regir toda lectura, aún de mera distracción, y la lectura misma de los periódicos. La diferencia, notable en realidad, está en la importancia que se debe dar a cada una de estas disposiciones interiores.
Por eso lo primero que debe tenerse presente es el fin de cada una de las lecturas. En una lectura espiritual procederemos de manera inversa que en una lectura crítica; en una lectura instructiva se actuará en forma diferente que en la lectura de un periódico político.
En torno a las lecturas espirituales, dice san Agustín que, para leer útilmente la Palabra de Dios, hay que llevar disposiciones tan santas y perfectas como para recibir dignamente el cuerpo de Cristo. Toda lectura piadosa debe hacerse con espíritu de fe. Sin él los más heroicos ejemplos, y los mejores consejos resbalarán sobre el alma sin penetrarla, según lo confirma la sicología experimental.
Las lecturas de erudición tienen otros caracteres; no van dirigidas principalmente a la voluntad, como la lectura espiritual, sino más bien al entendimiento. Puede distinguirse diversas clases:
a. Lectura-trabajo o de estudio. En éstas el lector tiene como fin el estudio serio; pretende extraer todo el valor científico de su libro. El mejor y el único consejo regulador de ellas es éste: Leer lentamente y con el bolígrafo en la mano. Es decir: tomando notas, y haciendo resúmenes; pero sin seguir demasiado servilmente al autor, sino de una manera más libre y personal. A un hombre reflexivo toda lectura le enseñará algo, de ahí que tomará siempre alguna nota, y aunque parezca a primera vista un método muy trabajoso, se experimentará en esto un gran placer.
Este tipo de lectura es el que se realiza con objeto de aprender en forma ordenada y sistemática un tema de estudio. Para tener un aprovechamiento eficaz en la lectura de estudio debe emplearse las fórmulas y los métodos de estudio que se enuncian en el item 2.3.
b. Lectura de consulta. El estudiante no debe limitarse a depender exclusivamente del libro de texto, pues con ello anula y empobrece su propio pensamiento. Cualquier tema por estudiar debe ser objeto de una mayor ampliación en distintos libros, para que se facilite emitir un juicio con amplios y sólidos conocimientos. Pues un buen estudiante es el que amplía sus conocimientos consultando otros libros que ofrezcan un punto de vista distinto del libro de texto.
c. Lectura de información. Se realiza en periódicos y revistas, con el fin de estar informado acerca de los múltiples aspectos que componen la vida diaria. Con todo, es necesario tener muy despierto el sentido crítico, para aceptar o rechazar lo que con sensacionalismo y tretas propagandísticas se ofrece. La técnica adecuada para leer periódicos y revistas es la que se hace enterándose de lo que dicen los titulares, en primer término y, luego, se selecciona lo que parece tener interés para leer con cierto detalle.
d. Lectura-crítica. Cuando leemos para hacer una crítica de lo leído, igualmente se debe leer lentamente y con el bolígrafo en la mano, tomando notas en papeletas o fichas, clasificándolas según el orden que nos sirva para hacer la crítica, sea en un artículo, sea en una breve recensión. La crítica no es más que una lectura sabia, que enseña a los otros a leer eso mismo.
e. Lecturas de investigación. Se realiza en diferentes libros a fin de encontrar la información necesaria para redactar un trabajo. La lectura de investigación será provechosa si se realiza con cuidado teniendo en cuenta las siguientes condiciones:
1) Seleccionar los libros adecuados.
2) Realizar una lectura detenida y detallada de cada uno de los libros
consultados.
3) Elaborar fichas bibliográficas de los libros consultados,
por autor, materia y tema.
4) Redactar fichas en las que se consignen citas textuales tomadas
de algún libro, revista o periódico; elaborar fichas en las
que escribas tu opinión personal sobre lo que has leído.
5) Organizar las fichas para que se te facilite redactar la ficha de
documentación, en la que vaciarás todo el fruto de tu trabajo.
f. Lectura-descanso o de recreación. Gran parte de la lectura se realiza con el fin de descansar o entretenerse, porque no hay nada más estimulante que leer una obra que se considere amena e interesante. Existen cientos de personas que por placer leen poemas, biografías, libros de viajes, obras de teatro, novelas, porque sienten la emoción y el goce estético que proporciona la lectura.
En éstas es donde hay más errores, y donde más reinan los malos hábitos, perdiendo mucho tiempo; siendo así que con un buen método, sin disminuir en nada el placer de la lectura podría ser un ejercicio muy provechoso. Hay muchos que no saben leer; no tienen método para leer. Esta es la causa principal y tal vez la única, de que muchos que leen mucho, aprovechen poco sus lecturas.
2) Defectos que debe evitarse en la lectura: Además de cuanto indicamos en el item 6.4., al abordar la actividad mental o espiritual, debe considerarse que:
Hay lecturas que son difíciles de entender sin acudir a la Historia general y, en particular, a la historia de la literatura. Sin esto no sólo no entenderemos muchas de las alusiones de la lectura, sino que tal vez todo el sentido y significado de la obra pueden quedar para nosotros sin penetrar. Nos privaremos también de uno de los mayores encantos de la lectura, que es el poder seguir la vida de las ideas a través de los grandes acontecimientos de la historia; y esto acontece cuando se leen obras de escritores antiguos, o aquellas de nuestros contemporáneos. Cómo entender a san Agustín, a santo Tomás, a Cicerón, a Vallejo, etc., sin conocer el medio social e intelectual en que vivieron, el fin, la ocasión, las tendencias de sus obras? Sin estos, y otros mil detalles, nos pasarán desapercibidos. Para leer bien son necesarias estas ayudas para salir de nuestras ignorancias.
3) Virtudes que debe tener la lectura: Además de cuanto se indica en el item 6.4., al tratar sobre la actividad mental o espiritual, acentuamos algunas ideas sobre la reflexión y el espíritu crítico.
Sin reflexión uno podrá llegar a ser erudito, pero no sabio. Los hombres reflexivos son pocos; los más viven de impresiones y de exterioridades, que apenas dejan huella en su ser. El lector que lee de paso y sin reflexión se puede comparar al turista que ve desde fuera las vidrieras de las viejas catedrales. No ve colores, ni personajes, ni delicadezas artísticas.
De aquí se infiere que debemos dedicar la mayor parte del tiempo a la reflexión, y que es preferible leer menos libros, con tal que sean selectos, y reflexionar más, a leer muchos libros sin pararse en ellos, ni meditar su contenido.
Por otra parte, leer con espíritu crítico y con reflexión es, como afirma Jaime Balmes (1810-1848), no admitir las ideas sin analizar, ni proposición sin discutir, ni raciocinio sin examinar; es, no leer pasaje estético sin gustar, ni defecto sin tildar, ni sentimiento noble sin aprobar, ni imagen bella sin saborear; es saber separar el fondo de la forma, para buscar la idea y no dejarse deslumbrar por el oropel de los adornos con que se reviste y engalana.
En la lectura, el lector ha de hacerse estas preguntas: ¿Qué dice o quiere decir el autor? ¿Desarrolla bien el epígrafe del artículo o capítulo? ¿Cuál es, en síntesis, el contenido de él? ¿Están bien presentadas las citas? ¿Hay plan en la obra? ¿Hay trabazón y progreso en las ideas y sentimientos? ¿Hay originalidad? ¿Hay algún pensamiento brillante, alguna imagen bella, alguna frase genial? ¿El autor es sectario, tendencioso, apasionado, un hombre recto, imparcial, desinteresado? ¿Es operario de la ciencia por amor a la verdad, o comercia con sus escritos, mirando a su bienestar económico?
Así se podrá apreciar y valorar una obra porque se ha comprendido su fin señalando sus méritos y sus lunares. La lectura alcanzará mayor eficacia si tenemos en cuenta las siguientes pautas: 1) Es imprescindible la lectura del título del texto o de la obra. 2) Se debe descubrir cuál es la estructura interna del párrafo. 3) Es necesario determinar la clase de párrafos, relacionándolos, en primer lugar, como unidades independientes y, en segundo lugar, como elementos relacionados entre sí. 4) Es imperioso adelantar el contenido, es decir, lo que se denomina la "predicción".
La comprensión es un factor que se necesita ampliamente para el aprendizaje. Representa el enfoque total que una persona debe hacer sobre el material que está tratando de aprender. Para adquirir una concentración efectiva se necesita motivación. Existen dos especies de concentración: La concentración llamada activa, que se lleva a cabo cuando aplicamos nuestras potencias a un solo objeto, o a una sola idea; y, la llamada concentración pasiva, cuando somos poseídos por una idea. En efecto, el hecho de poseer una idea clara a través del escrito y de descubrir el desarrollo del pensamiento constituye el comienzo del aprendizaje.
La velocidad en la lectura se encuentra en relación inversa a la capacidad de comprensión. Este hecho está ligado también a la flexibilidad y a la experiencia que se tenga en la lectura de diversos escritos sea cual fuere su dificultad.
Lectura fácil
250 ppm.
Lecturas sencillas de entretenimiento, periódicos, propaganda,
etc.
Lectura normal
180 ppm.
Artículos de periódicos, correspondencia, noticias profesionales.
Lecturas de información profesional.
Lectura atenta
135 ppm.
Artículos especializados. Materias sencillas, pero que no conocemos.
Lectura difícil
75 ppm.
Cifras, fórmulas, libros técnicos. Textos en idiomas
extranjeros.
Lectura extraordinaria
60 ppm.
Textos todavía más difíciles.
Lectura media
160 ppm.
3.2. LEER Y ESCRIBIR
Quienes llevan estudiando una especialidad, ya tienen una orientación. No así los que empiezan; de ahí que éstos necesiten tener una vista de conjunto de la materia, ver las relaciones entre las diversas partes del tema, las conexiones con otras materias afines y su distinción; dónde radica la importancia del tema, para ver en qué deben fijarse más y qué es lo comúnmente admitido.
Para obtener esta información general existen algunos medios valiosos que es conveniente conocer; son los llamados instrumentos del trabajo científico, que son: las enciclopedias o grandes diccionarios; los manuales científicos; las obras especiales y las monografías, documentos que examinaremos en la quinta Unidad bajo el título de Instrumentos del Trabajo Científico.
En este contexto, la reflexión sobre el leer y escribir y su síntesis pedagógica ha tenido por objeto la lengua escrita y el texto escrito (semiología, análisis estructural, textual, teoría del texto literario, análisis del lenguaje y de los lenguajes de las diversas disciplinas culturales, relación entre lenguaje verbal y textual, etc.), entendiendo que el "texto, objeto de lectura, dice Legrand, es igualmente el producto de la escritura. Es un medio de comunicación. El aprendizaje de la lectura como descodificación del sentido se debe situar en relación con el de la escritura como codificación del sentido" (Citado por Giussepe Flores, en diccionario de Ciencias de la Educación, p.1185).
Pues, desde la perspectiva biológica es muy natural que la humanidad se comunique a través de las palabras que, para Fernando de Saussure (1857-1913), es la masa hablante. Por el contrario, la comunicación escrita es vista como una adquisición cultural voluntaria, que explica la escasez cuantitativa de la masa escribiente y también su privilegio para conservar, garantizar y transmitir los caracteres de la lengua escrita.
Por ello, el aprendizaje de la lectura, como técnica de descodificación de un texto escrito, se ha convertido desde el comienzo de la civilización de la escritura en un procedimiento muy diferente al del aprendizaje del lenguaje verbal, que es, en todo caso, una continua descodificación y codificación.
Pues, mientras el segundo fue considerado durante largo tiempo un hecho del todo natural y las primeras reflexiones sobre el proceso de su aprendizaje se remontan al momento en el que una lengua hablada (la lengua materna) se prefiere, en el aprendizaje educativo, al latín, la lengua codificada de la cultura y de la política (Juan Amós Comenio '1592-1670', Wolfang Ratke '1571-1635', Juan Bautista de la Salle '1651-1719', san Felipe Neri, y luego John Locke '1632-1704' y Girard); asimismo el primero fue considerado durante largo tiempo (y aún hoy lo es, en cuanto procedimiento artificial) estrechamente dependiente de las convenciones (a menudo arbitrarias) del texto escrito, que las deriva de las normas y del uso que han hecho y que hacen de ellas los escritores de profesión (literatos, periodistas, juristas, científicos).
En este contexto cargado de escollos y dificultades el estudiante debe comenzar por leer y escribir mediante trabajos sencillos. Los ejercicios escritos son más fructuosos que los orales. Porque al preparar por escrito un trabajo se estudia más intensa y profundamente la materia, se examina con más diligencia y cuidado la bibliografía; se observan más exactamente las normas y los principios directivos para desarrollar científicamente una cuestión; y se puede hacer ver con más facilidad los defectos y las virtudes del trabajo; en una palabra, el ejercicio escrito, hecho bajo la dirección de un profesor competente, enseña a trabajar científicamente mejor aún que los ejercicios orales.
Los ejercicios escritos sencillos tienen también la utilidad en cuanto sirven de fundamento para la ulterior actividad científica, enseñando al discípulo a vencer las primeras dificultades de todo trabajo científico y animándole a ver el fruto de su trabajo.
En estos trabajos debe evitarse: 1° que el argumento exija mucho tiempo de trabajo para poderle desarrollar. Los trabajos de más exigencia deben dejarse para los trabajos científicos como las tesis doctorales. Sin embargo, puede ser materia de un trabajo científico sencillo una parte de lo que luego se podrá desarrollar más ampliamente, cuando el alumno tenga tiempo y más medios para ello. 2° Que no se pueda encontrar nada nuevo en los temas elegidos, por estar agotados. El fin de estos trabajos es enseñar a hacer trabajo personal, no a transcribir o a resumir los trabajos de otros.
En el leer y escribir, es igualmente importante la lectura e interpretación de textos, cuya finalidad es acostumbrar a los estudiantes a leer las obras de grandes autores, como Aristóteles, Tomás de Aquino, Menéndez y Pelayo, etc., en primer lugar, y en segundo, enseñarles a interpretar los textos, haciéndoles familiares sus ideas, su estilo, su vocabulario; sin quedarse en la corteza, y sin sustituir la mente del autor por la propia del lector.
Se puede sospechar el contenido de un texto a través de:
1) La lectura informal del texto, que se lleva a cabo con:
a. La lectura de títulos y subtítulos.
b. La lectura del contexto no lingüístico, como las figuras
de las caricaturas, los cuadros sinópticos, los diagramas, los mapas,
etc.
c. La lectura visual significativa de las fotografías, caricaturas
y cuadros separadamente.
2) La lectura de propósito, que consiste en adelantarse con una finalidad. Tiene como propósito sospechar la función o el desenvolvimiento del sujeto en cuestión, es decir, de la persona, cosa, proceso, etc., del que se habla.
3) La lectura interrogativa, que no es otra cosa que la formulación de preguntas que el lector debe plantearse acerca del contenido vislumbrado en el título, los subtítulos y la introducción de la obra. Estos interrogantes han de ser respondidos con la lectura de estudio del texto, y han de ser anotados en cualesquiera de los espacios libres del libro. Una vez concluido el estudio, todas las preguntas han debido ser resueltas, de lo contrario, queda el camino abierto para que el estudiante investigue la respuesta con la lectura de otros textos.
La colocación de la idea principal no es siempre uniforme; por ello, algunas insinuaciones pueden ayudar a determinar su ubicación:
1) Por regla general, todo párrafo, lleva una sola idea principal.
2) La idea directriz se expresa en conjuntos subordinantes. Generalmente son conjuntos que no van anunciados por ningún elemento gramatical.
3) Los párrafos refieren objetos, personas, cualidades, ideas, etc., generalmente el autor emplea sinónimos, verbos y pronombres en los conjuntos secundarios para referirse al objeto en cuestión. Entonces, lo importante es conocer la relación y la referencia que tienen los elementos evocadores del párrafo.
4) El conjunto principal suele ser el resumen de todas las ideas secundarias.
5) El conjunto principal da sentido al párrafo. Las ideas secundarias pueden suprimirse sin que varíe substancialmente el sentido del texto. Mientras que, si se suprime la oración principal se trunca y pierde su significación.
6) Las ideas secundarias siempre amplían, desarrollan, matizan o contradicen la idea principal.
Por otra parte, es necesario anotar que los párrafos pueden ser:
1) Normales: cuando la idea se expresa claramente a través del conjunto principal. Los conjuntos secundarios hacen parte del significado.
2) Reiterativos: son párrafos que repiten con otras palabras el contenido de la oración o idea principal.
3) Extensivos: el contenido central se amplía a través de una serie de ejemplos que lo explican mejor, los cuales suelen ser aplicaciones concretas de la idea central.
4) Probatorios: la comprensión de estos párrafos está apoyada por una serie de argumentos que fundamentan lógica y racionalmente el desarrollo de la idea principal.
Los párrafos tienen su estructura interna, representada en la cohesión de sus acciones. Las principales "estructuras ejes" se pueden resumir así:
1) Estructura del asunto = E. A. Es la estructura para dar informes o para hacer narraciones o descripciones.
¿Cuál? = Hecho
¿Cómo? = Desarrollo de los hechos
¿Conclusión? = De los hechos
2) Estructuras de dificultades y soluciones = E. Di. S. Se presentan los siguientes elementos: Una tesis (idea, concepto, problema); una discusión (desarrollo, pros y contras); y una solución (conclusiones, moralejas, etc.)
¿Cuál? = Problema
¿Por qué? = Análisis
¿Discusión? = Pros y contras
¿Qué conclusión? = Solución
3) Estructura de proposición y presentación = PROPRE. Expresa una afirmación clara y firme que el autor tratará de demostrar a fin de persuadir.
¿Qué? = ¿Cuál es la idea?
¿Cómo? = ¿Cómo la demuestra?
¿Implicación? = ¿Convence?
3.3. NOTAS O APUNTES
La escritura para tomar notas y apuntes nos lleva a recordar brevemente la existencia de otro oficio (junto al de copista y basado en la escritura), el de estenógrafo, notario en la Roma imperial y en la sucesiva época medieval, era un oficio muy codiciado porque permitía ocupar puestos de confianza en la burocracia imperial y más tarde en la merovingia y carolingia, cuyos soberanos no rara vez eran analfabetos. La formación y la profesión de los notarios medievales es un ejemplo interesante de una profesión que hacía de la escritura un arte separada, y a veces totalmente independiente, de la lectura.
"El hecho de tomar apuntes, afirma R. G. Hernández, estimula, dirige y canaliza el aprendizaje, pues al hacerlo se estará logrando una mejor concentración, se tendrá una atención activa y al mismo tiempo intervendrán varios sentidos, con lo cual resulta un mejor aprendizaje" (El éxito en tus estudios, 1996)
Por experiencia propia sabemos que cada uno de nosotros tiene su entendimiento propio. Todos los hombres somos iguales específicamente, pero desiguales en las cualidades personales, intelectuales, morales y físicas. Por consiguiente no somos todos plenamente iguales.
El entendimiento tiene su fisonomía especial en cada uno; porque en cada uno la capacidad de entender es diversa, diverso el grado de cultura, diversos también el orden de las verdades que posee. De aquí se deriva una regla capital en la pedagogía: que el maestro debe adaptarse, en la enseñanza, a la capacidad de los discípulos, y hablarle a cada uno de la manera más acomodada a él. Esto únicamente es posible cuando el profesor tiene sólo un discípulo, como sucede a los que tienen sus profesores para ellos solos. Pero es imposible cuando se tiene muchos discípulos en la clase.
Por tanto, la cuestión de los apuntes o notas es de gran trascendencia en la vida intelectual. Nuestra memoria es débil y fácilmente se nos olvidan las cosas leídas y oídas; es menester apuntar para poder recordar.
3.3.1. LOS APUNTES EN CLASE
Al tomar apuntes en clase ha de tenerse en cuenta:
1) Primero, debemos suponer que:
a) El profesor explica un texto, siguiéndole más o menos fielmente. No se puede hablar de notas cuando todo lo que dice el profesor es nuevo, porque en tal caso se debería escribir todo. Procedimiento que impone a los discípulos un trabajo ímprobo, y agota sus energías en una labor mecánica y poco provechosa.
Por otra parte, es también obvio que el profesor no se limite a la simple lectura del texto, sino que le comente de viva voz, añadiendo aclaraciones.
b) Los estudiantes deben ser diligentes en ver de antemano las lecturas que se van a explicar. Si no hacen esto, no sabrán si lo que dice el profesor está en el libro de texto o no; y estarán copiando tal vez con ímproba fatiga algo que crean nuevo, siendo así que lo tienen muy bien en el libro; o al contrario dejarán de anotar, creyendo que está en el libro, lo que no está, y es interesante.
2) Segundo, qué es lo que se debe anotar: En general es digno de anotarse todo lo que por la materia o por la forma nos parezca nuevo y de importancia, considerando la materia y la forma.
En cuanto a la materia, en primer lugar la enunciación de la tesis, si se cambia alguna palabra de cómo está en el texto; la cualificación de la tesis, si se da y hay en ella alguna modificación, para ver con qué grado de certeza se defiende, y no pasar los límites de la exactitud o del respeto, criticando las sentencias de los adversarios más de lo justo.
En los adversarios es menester atender a la evolución histórica de su pensamiento y a las noticias más recientes que nos indique el profesor, cosas muy importantes para la cultura, y para acentuar la doctrina. Cuanto a los argumentos, tener cuidado en ver si el profesor añade algún argumento nuevo, más fuerte que los que se insertan en el texto; o en qué palabras o frase dice está precisamente la fuerza. De la misma manera, ver en las objeciones si en realidad hay una objeción nueva, o es la misma del texto sólo con distinta forma; o si hay alguna solución nueva de una dificultad antigua.
Algunas veces el profesor añade algún corolario o escolio, o alguna pequeña tesis complementaria; es evidente que de todo esto, debe tomarse nota.
Frecuentemente al principio o al fin de un tratado o cuestión, a veces también esparcida acá y allá, el profesor da alguna bibliografía. Estos datos bibliográficos son muy útiles para el tiempo de los estudios, y más aún para más tarde.
También es muy importante anotar los resúmenes esquemáticos tan útiles para los estudiantes, que a veces hacen los profesores; ya que los primeros no saben hacerlos sino con gran dificultad. Lo mismo debemos decir de las diferencias y analogías que haya entre conceptos parecidos; entre los diversos argumentos de una tesis; entre las soluciones de una dificultad; entre las varias partes de un tratado. Estas semejanzas, bien atendidas, ayudan mucho a la perfecta inteligencia de la materia y a la precisión en la exposición.
En cuanto a la forma, sucede a veces que la dificultad para entender una cuestión, no nace tanto de los conceptos mismos, como de la manera o forma en que están esparcidos en el libro de texto. Tal vez el profesor escoja para la exposición en clase una forma más apta y más acomodada a la mentalidad del estudiante, y por consiguiente más clara.
Consecuentemente, las condiciones para tomar notas con cierta eficacia son:
a. Anotar las ideas y no las palabras
b. Analizar lo que se escucha.
c. Preguntar todo lo que se considere pertinente
d. Relacionar siempre las ideas nuevas con otras.
e. Hacer resúmenes breves, ordenados y funcionales
3) Cómo tomar apuntes: Esto debe ser muy personal y depende de las cualidades de cada uno, teniendo en cuenta:
a) La materialidad: Para quien sabe taquigrafía, le será
más cómodo y menos fatigoso tomar apuntes por este procedimiento;
pero luego se prestan menos para el estudio, de suerte que este procedimiento
generalmente no es recomendable.
b) Aquí el principio fundamental es que los datos sean claros
y ordenados; de lo contrario no ayudan para estudiarlos. El ideal sería
transcribir más tarde en limpio, y completar los apuntes, que uno
ha ido tomando en clase, poniendo así las tesis en limpio por cuenta
propia.
Algunos estudiantes llevan a clases papeles de tamaño grande, doblados por la mitad, de arriba hacia abajo. Mientras el profesor va explicando, ellos en una de las mitades van, según las indicaciones antes dadas, escogiendo las ideas anotables y escribiendo, no a la letra, sino con frases breves siempre con escritura clara, ordenándolo todo según los marginales del libro de texto o según el orden de los conceptos del mismo: nociones, estado de la cuestión, sentencias, etc. La otra mitad de la página la dejan en blanco para ir completando privadamente cada argumento. Los apuntes así tomados son útiles para siempre.
Otros toman las notas en hojas menores o en cuadernos, escribiendo todo seguido.
Lo que debe anotarse con especial cuidado son las citas de otros autores recomendados por el profesor.
3.3.2. FICHAS Y APUNTES DE LECTURA
Obtener apuntes de las lecturas privadas es necesario. Sin notas fichadas, lo leído pronto se olvida y por lo tanto no podría aprovecharse cuando nos hiciera falta. Únicamente los monstruos de la naturaleza, portentos de memoria, podrían en parte dispensarse de este medio. Por lo demás, sabemos que los sabios y cuantos aspiran a serlo, todos apuntan mucho.
Sobre este particular de las notas, sucintamos algo que se ha dicho acentuadamente y muy en particular por Jeremías Drexell s.J. (1581-1638), quien manifestaba en su obra Aurifodina artium omnium et scientiarum que el opúsculo consta de tres partes: 1° necesidad de tomar notas (dividida en diez capítulos); 2° método de tomar notas (dividida en trece capítulos); 3) manera de usar las notas (dividida en trece capítulos).
Se hicieron muchas ediciones entre los años 1628-1680 en diversas ciudades. Sobre esta materia es también interesante un artículo publicado en L'ami du Clergé 33 (1911), cuyo contenido es el siguiente: 1) Necesidad de las notas: suplen a la memoria, son garantía de precisión, economizan tiempo, aumentan y multiplican el valor de nuestro trabajo. 2) Prestan ayuda al docente, conferenciante, y cualquier ministerio o profesión. 3) Naturaleza de las notas: breves citas, extractos, pasajes completos. 4) Materia para tomarlas: cuadernos, repertorios, papeletas. 5) Clasificación.
1) Qué son las notas: Aquí empleamos la palabra que generalmente se usa. Dice Justo Lipsio (1547-1606) quien desee adelantar en las letras es necesario que tome notas. Y anteriormente decía Cicerón: "Excerperes ex his ipsis, si quid inest boni" (sacarás de estos mismos, si hay algo de bueno). De suerte que llamamos notas a aquello que vamos escogiendo de los libros o lecturas.
Tomar notas es, pues, anotar, escoger de una lectura cualquiera lo que a nuestro juicio ha de sernos útil en el futuro. Leer y no escoger o anotar nada, es completamente tiempo perdido. Es muy exigente que desde niño éste se acostumbre a tomar notas de cuanto le parezca interesante en sus lecturas, observaciones, etc., de suerte que a todos los autores que lea, con sus notas procure hacerlos suyos, anotándolos en diversos papeles y con diversas clasificaciones. Y esto debe hacerlo toda clase de hombres cualesquiera sean sus estudios o profesión. Sin esas notas nadie llegará a ser verdaderamente erudito.
2) Necesidad de las notas fichadas: Esto se hace indispensable por:
a) La inconstancia de la memoria: Es imposible acordarse de cuanto se oye, se lee, se ve. Por eso es menester alguna seguridad a la puerta de la memoria, para impedir la salida de lo que en ella hemos metido; esta seguridad son las notas; pues aún la memoria más privilegiada, sin la ayuda de las notas, se olvida pronto lo aprendido.
La memoria es un bien inmenso, pero está expuesta a todos los males del tiempo. Hay que ayudarla con las notas, y cuanto peor memoria tenga uno, más debe anotar. Después de enumerar una larga serie de personajes antiguos y modernos que tuvieron una memoria felicísima, se concluye que aún ellos tuvieron necesidad de anotar algo.
b) Los ejemplos de autores que toman notas: Confirma esta necesidad de los apuntes con los ejemplos de autores antiguos y modernos. Entre los antiguos tenemos a Plinio y Aulo Gelio. De Plinio se dice que "cuando leía un libro, tomaba notas de él; seleccionaba algo. Ni siquiera durante la comida interrumpía esta su costumbre de anotar".
Justo Lipsio (1547-1606) es el primero entre los modernos que se fija en las notas; pues después de enumerar la multitud de libros por él publicados, se pregunta, ¿cómo pude adquirir una erudición tan asombrosa?, y responde: "Oye la verdadera razón: Lipsio no sólo leía, sino que también sacaba notas, con discreción, no anotando en sus papeles las cosas triviales, sino escogiendo, seleccionando. De ahí sus famosas palabras: No recojo, sino que escojo. Escogió a la verdad miel riquísima esta abeja".
3) Frutos de las notas: Los frutos que nos proporcionan las notas son muy importantes.
a) La bibliografía selecta, considerando el tema que se deba tratar y los autores que hayan escrito sobre la materia. Esta utilidad está en nuestros días grandemente facilitada con las modernas enciclopedias y las revistas bibliográficas. Pero todo lo que podamos tener nosotros, sobre todo si no hemos de tener a la mano estas enciclopedias, será muy útil. Tal utilidad es incomparable cuando se trata de artículos de revistas.
b) Abundante material para nuestras conferencias, charlas, círculos de estudio, etc.
c) Copioso material para escribir, pues el mismo Drexell afirmaba que con sus apuntes tenía materiales para sacar durante cien años dos libros por año, de las materias más diversas. Cuando se tienen los materiales necesarios para construir, es fácil levantar edificios.
d) Poder responder con fruto y prontitud a las consultas de quienes desean instruirse y nos pidan información para sus trabajos, estudios, orientaciones, etc. Por ejemplo, sin notas, sabremos que hay algo escrito sobre una materia dada porque lo hemos leído, pero no sabremos decir con exactitud qué, cuándo, dónde, por quién..., es decir, no podremos ayudarles.
e) Poder vivir de estas rentas por mucho tiempo, cuando nuestras ocupaciones, enfermedades, vejez, carencia de libros, o de otras mil razones, no nos permitan adquirir nuevos conocimientos,
f) Enseñan a leer y ayudan a retener lo leído. Cuando se escribe y se toma apuntes, se pone mucho más cuidado en la lectura; se piensa más, se entienden mejor las cosas, cuando es mayor la exactitud que se requiere para apuntar. Lo que se escribe se graba más en la mente, y se imprime con más fuerza. Cuando no se anota nada, se ven rápidamente las páginas, y se pasa pronto de unas cosas a otras.
4) Objeciones: Dificultades que se pone a la toma de notas:
a) Algunos dicen que los apuntes sirven sólo para los que aspiran a escribir, a publicar libros, lo cual no es cierto; pues a éstos les son imprescindibles, pero son también necesarios para quien tenga que hablar con alguna frecuencia.
b) Más provechoso es dedicar el tiempo a aprender de memoria, que a emplearlo en sacar apuntes; pues los apuntes, si no se saben las cosas, no sirven para nada. Anteriormente indicábamos que los apuntes ayudan a la memoria.
c) Hay muchos que no toman apuntes y sin embargo se forman bien y hacen luego mucho fruto. Este argumento de que "la mayoría no hace una cosa", nada vale.
d) Antiguamente no se tomaba apuntes, y eran sabios, por ejemplo los pitagóricos, los peripatéticos, etc. Pero antes hemos anotado autores que tomaban apuntes, lo que en nuestros días se ha multiplicado extraordinariamente e incluso se ha computarizado.
5) Manera de tomar notas: Presentada la utilidad y más aún la necesidad de los apuntes, veamos la manera de tomarlos. Lo que digamos vale no sólo para los años de estudio, sino para siempre; pero nos fijaremos de manera especial en el modo de hacerlo durante el tiempo de estudios.
a) Según Drexell, debe empezar cuanto antes; él dice: "a ser posible debe empezarse desde niño: Tanto más copiosos serán los materiales reunidos, cuanto más sea el tiempo dado a esto. Quien no haya empezado de niño, que empiece cuanto antes; porque más vale tarde que nunca" (Aurifodina).
b) Debe tomarse con discreción. Aquí radica el punto más difícil. Discreción que se extiende a la materia, a los autores, al título que deben llevar los apuntes. No se puede dar una norma absoluta; se pueden dar algunos consejos, proponer algunas técnicas, que han dado buenos resultados, pero esto depende mucho de las cualidades personales de cada uno. Lo importante es que haya discreción y norma sabia; de lo contrario, los apuntes serán poco aprovechables. Es un defecto apuntar todo, aún lo más trivial y corriente, pero lo es aún mayor no apuntar nada.
c) Debe mostrarse constancia. Constancia no sólo en las cosas que se lee, sino también en lo que se oye, en lo que se ve, en lo que se siente. Cuanto mayor sea la constancia mayor facilidad se adquirirá, y luego, sin sentirlo, se irá haciendo esto. No se debe leer ningún libro, sin que se tome de él alguna nota, al menos el juicio que nos merece.
d) Preferentemente de materias ya vistas en las clases, o de cultura general, que no han de verse en una clase especial; sin experiencia, no podremos sacar apuntes de tratados que aún no hemos visto; de lo contrario estaremos apuntando con mucho cuidado, lo que encontraremos mejor en cualquier manual o libro de texto. También nuestras notas tenderán preferentemente a todo lo que se refiera a la especialidad que hemos de cultivar.
De la misma manera, de las notas sabiamente tomadas de periódicos y revistas de vulgarización, se puede sacar mucho fruto, y pueden ser origen de importantes reflexiones dignas de anotarse. De ahí que en la toma de apuntes es recomendable que:
1° Se realice en cuadernos con hojas intercambiables;
2° Se emplee una carpeta por materia para archivar los apuntes;
3° Se guarde la debida proporcionalidad entre el texto y los márgenes;
4° Se especifique el nombre del maestro o conferencista, el tema,
la fecha, la pagina de los apuntes;
5° Se escriba con letra clara y legible;
6° Se utilice bolígrafo bicolor para los respectivos subrayados
de las ideas principales;
7° Se procure que las ideas estén organizadas mediante secuencia
numérica;
8° Se destaque la importancia de títulos y subtítulos;
9° Se emplee adecuadamente las abreviaturas;
10° Se evite hacer anotaciones de materias diversas en la misma
hoja.
6) Forma en que deben tomarse: ¿Palabras breves, simple referencia, un pequeño resumen, o copia literal de todo el pasaje?
El único principio directivo en este punto es la iniciativa personal de cada uno. Ningún consejo general puede ser válido para todos sin esta adaptación; pues depende en gran parte del entendimiento de cada uno: comprehensión, penetración, potencia dialéctica; de la memoria: mayor o menor fidelidad; y de la misma sensibilidad. Quien sea pobre de imágenes y de emociones podrá anotar útilmente, juntamente con la idea, la metáfora pintoresca y el sentimiento vibrante con que está expresada. Al contrario, a quien sea muy emotivo, pero poco dialéctico, le convendrá esquematizar bien la argumentación.
Lo esencial es que en todas las formas haya siempre mucha precisión, indicando exactamente la fuente de donde se toma la nota: autor, obra, edición, página; si es de propia observación o de conversación con algún amigo o personaje, en qué día, en qué circunstancias, etc.
Para José Luis Díaz Vega es importante seguir las reglas que anota William F. Brown:
1° Establecer y determinar la identificación de los apuntes
según asignaturas.
2° Escribir con la claridad que facilite la lectura y comprensión.
3° Elaborar las notas en forma de esquemas gráficos y simbólicos.
4° Ser breves y sintéticos escribiendo las ideas expuestas
y no copiando las palabras una a una.
5° Tomar las notas con las propias palabras y no exactamente con
las palabras utilizadas por el profesor.
6° Anotar los ejemplos expuestos por el profesor.
7° Utilizar abreviaturas que agilicen la toma de notas.
8° Precisar bien las fechas, nombres, fórmulas, lugares,
etc.
9° Establecer las jerarquizaciones y secuencias según importancia.
10° Leer los apuntes con cuidado a fin de entenderlos.
11° Dejar el espacio para aclaraciones y extensiones.
12° Conservar los apuntes limpios, ordenados, sin tachaduras u
otras manchas. (Aprende a estudiar con éxito, 1996).
Igualmente Díaz Vega retoma las reglas sugeridas por Guillermo Michel para mejorar la habilidad auditiva:
1° Preparar el resumen del contenido de la case antes de volver
a entrar en ella,
2° Concentrarse en el contenido de la conferencia y no en el conferenciante.
3° Estar atento al discurso y no recostarse en la silla.
4° Mantenerse alerta intelectualmente anotando ideas y no palabras.
5° Emplear el sistema: escucha, piensa, escribe.
7) Las notas pueden ser clasificadas según:
a) La simple referencia: Éstas bastarán cuando se haya de tener siempre a la mano el libro o sitio a donde se remite. En ella debe indicarse solamente la idea central, y el sitio donde se encuentra. Es de primordial importancia el que estas referencias estén hechas con toda exactitud.
b) El contenido textual: Se hará notas más extensas cuando haya peligro de no tener a nuestro alcance el libro o documento al que nos referimos, como sucederá ordinariamente. Entonces se debe hacer un resumen de las ideas, dejando a un lado, por ejemplo, las formas oratorias o amplificaciones u otras cosas más personales o de circunstancias.
Cuando el mérito esté precisamente en la disposición del razonamiento, entonces habrá que hacer resaltar este mismo razonamiento, desmontándole pieza por pieza, indagando todas sus articulaciones, sus conexiones, sus conclusiones.
c) Textual: Debe tanscribirse al pie de la letra, por ejemplo, todo lo que haya de ser cita textual; éstas deben hacerse con suma fidelidad; sin cambiar las palabras, ni siquiera el orden de ellas, incluyendo todo lo transcrito entre comillas.
También se transcribirá a la letra un texto que nos interese, un documento científico, histórico o de otro carácter que hayamos de utilizar después en nuestros trabajos personales. En este caso, debemos insistir, que se requiere la más escrupulosa fidelidad; a ella va ligado el valor científico de esta nota. Sin ella para nada valdrá, pues se deberá volver a ver el original.
d) Notas hemerográficas: Bastará con arrancar o cortar lo que nos interesa y pegarlo en papeletas del formato de las del fichero cuando se trate de periódicos o revistas de poca importancia, que no se coleccionan,. Una vez puesto el título conveniente, y anotado el periódico o revista (día, mes, año) a que pertenece, se coloca en el sitio correspondiente del fichero.
Nota importante: De los libros o revistas de valor no se debe arrancar las hojas por ningún motivo; de éstos se toma nota de referencia. A no ser que se trate de un libro que no tiene aprovechable más que esas páginas.
En los libros de valor, aún cuando sean propios, es preferible no anotar nada. A lo más algunos signos admitidos generalmente, que, sin estropear el libro, pueden ahorrar tiempo de nuevas lecturas.
8) Materialidad de los apuntes: La manera práctica de tomar notas ha ido evolucionando; lo ordinario es que no se llegue de repente a los procedimientos perfectos. Al sistema de fichas, hoy día generalmente en uso, han precedido muchos otros.
a) Cuadernos sistematizados: Hubo tiempo en que se sacaban los apuntes en cuadernos divididos por secciones, cuyas hojas eran cortadas por el margen en escala, comenzando por el ángulo superior y dejando al descubierto el título de cada una de las secciones.
b) Silva rerum: En otro tiempo se iba escribiendo indistintamente en un cuaderno toda clase de apuntes (el silva rerum) haciendo luego un índice alfabético, remitiendo a las páginas en que se encontraba cada una de las materias.
Con facilidad se ve lo imperfecto de ambos procedimientos; pues algunas de las secciones crecían mucho, al paso que de otras apenas se sacaba nada; de la misma manera, encontrar las cosas escritas de esta suerte resultaba difícil, aún contando con índices bien detallados. De ahí que el método de cuadernos haya sido universalmente abandonado, a no ser que se trate de apuntes que han de ocupar mucho espacio seguido, y presenten unidad.
c) Fichas: el procedimiento empleado en nuestros días es el de las fichas o papeletas sueltas que ofrece innegables ventajas sobre los demás. Por consiguiente, todo apunte que se quiera conservar y clasificar debe tomarse en papeletas. Si se trata de apuntes sujetos a modificaciones, y que han de ser manejados y manipulados es completamente necesario; pues las papeletas se prestan a un aumento indefinido, intercalando nuevas fichas, sin perturbar el orden establecido; de la misma manera se pueden romper las que juzguemos ya inútiles; ni hay que dejar hojas en blanco para secciones que tal vez no crezcan. Y en cualquier momento que se quiera cambiar la manera de agrupar los apuntes, puede hacerse fácilmente cambiando de lugar las fichas; de la misma manera éstas pueden ser utilizadas sin necesidad de nuevas transcripciones, ni de llevar todos los cuadernos; pudiéndose volver a colocarlas en un momento en el sitio correspondiente.
9) Modelos de fichas: Aquí haremos referencia a algunos items que tienen una cierta importancia:
a) Tamaño de las papeletas o tarjetas-fichas. Puede ser diverso; cada no debe escoger el modelo más apropiado para la naturaleza de los trabajos que haya de hacer; a fin de que ni sobre demasiado espacio en cada ficha, ni al contrario hayan de repetirse muchas para una misma idea.
Lo importante es que las fichas sean exactamente del mismo tamaño y de cierta consistencia, para ayudar a su manejo, pudiéndose usar diferentes tamaños para diferentes clases de apuntes. Cada uno puede escoger los tamaños a su gusto, y hacerlas cortar en una imprenta. Tiene sus ventajas escoger los tamaños que se llaman internacionales, por encontrarse ya hechas en las papelerías, librerías, o donde se vendan objetos de escritorio. Estos tamaños internacionales son:
Folio 340 x 210; cuartilla 170 x 210; ordinaria 105 x 170; bibliografía 85 x 105 mm.
Una norma práctica para el tamaño de las fichas: tomar como base una hoja en folio:
La hoja entera (folio) se empleará cuando se trate de transcribir manuscritos o libros raros; para los apuntes de clases; para la redacción de los trabajos a máquina.
Media hoja (cuartilla) para copiar textos un poco largos, o para hacer análisis de obras o de artículos.
Una cuarta parte (o sea media cuartilla) para las notas ordinarias.
Un octavo de página, para fichas bibliográficas, índices, concordancias, siempre que se prevea un texto muy breve. De esta manera cada papeleta es exactamente la mitad de la superior, pudiéndose fácilmente hacer las divisiones.
b) Calidad del papel: Conviene que el papel sea fuerte, consistente; mejor aún cartulina; de lo contrario, el manejo resulta ser difícil, pues fácilmente se juntan y se estropean mucho los bordes; ayudan también las fichas de diversos colores para las separaciones de materias.
c) La escritura debe ser clara y la tinta negra, de lo contrario con el tiempo pierden mucho y se leen con dificultad.
Es de suma importancia que se destine una papeleta para cada idea: sin anotar nunca varias ideas en la misma papeleta; pues entonces una de ellas sería inservible.
d) Título: En cada ficha se debe insertar el título o signo clasificador, que ha de servir para el orden y para la propia orientación; muy ordinariamente convendrá añadir algún otro subtítulo que especifique más el contenido. Tanto uno como otro han de ser muy breves, y se colocarán en el ángulo superior derecho de la papeleta. En el centro o en el ángulo superior izquierdo se indicará el autor de la referencia. Luego, dejando de por medio un espacio prudencial, se transcribe el pasaje que nos interesa, entre comillas si transcribimos palabras textuales, indicando con tres puntos suspensivos las omisiones que se hagan. Si solamente se tratase de la idea, no se ponen comillas.
Al final hay que indicar con toda exactitud todos los datos necesarios para una cita bibliográfica completa, pues nos ha de servir la papeleta para las citas necesarias sin que haya de acudirse de nuevo a la fuente.
10) Clasificación de las fichas: Las fichas se pueden clasificar según:
a) Necesidad: La utilidad de los apuntes depende en gran parte, por no decir en su totalidad, de la clasificación. Una serie de apuntes, si son de alguna consideración y no están bien ordenados) son completamente inútiles, por no encontrarse las cosas, o por perderse un tiempo enorme en hallarlas. De ahí la importancia de la buena clasificación de las papeletas.
b) Cualidades que debe tener: Una buena clasificación debe:
1° Poderse extender indefinidamente en todas sus partes; de suerte que en todo momento se puedan crear o introducir en ella nuevos capítulos e incluso subdivisiones sin que se modifique en nada el orden seguido.
2° Ser completa, y susceptible de perfeccionamiento indefinido sin que esto traiga trastornos fundamentales periódicos.
3° Ser simple en la notación, de suerte que con pocos signos se pueda indicar el puesto que cada papeleta ha de ocupar en la clasificación. Si hubiera necesidad de escribir en cada papeleta el nombre del grupo, subgrupo, división, sección, subsección a que pertenece, con todas sus letras, resultaría complicado y largo, por lo tanto, poco práctico.
Según el contenido: Pueden ser:
1° Bibliográficas: Deben incluir al autor de la publicación, título de la publicación, título original (cuando se trata de una traducción), número de edición, lugar de publicación, editor, año de publicación, número de páginas o de volúmenes, indicación de ilustraciones y otros, título de la colección o serie, y número de la publicación dentro de la serie.
1º Por autor
A6732 n. 14
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A6732 n. 14
Tenorio Adame, Antonio 121 págs., 20 cm, (Archivo del Fondo, 14.) |
A6732 n. 14
Tenorio Adame, Antonio 121 págs., 20 cm, (Archivo del Fondo, 14.) |
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Cit. por EINSTEIN, A-INFIELD, L. La fís. avent. del pens. 15 |
La ciencia, a través de sus teorías, busca dar una imagen del Universo que nos permita comprenderlo, comprensión que supone la existencia de un orden en la naturaleza. Cf. EINSTEIN, A-INFIELD, L. La fís, avent. del pens. Pág. 252 |
Municipio de Ayaviri Actividad de Proyección Informante:............... Sept. 1996 L. H. |
El Huracán Suplemento de la sección TESTIMONIOS
Núm. 35, Año X, Núm. 2354. (Avila, D. F. 25 de Feb. 1996) p. 13-14.. Se refiere a la antropología social, a la escuela rural y al movimiento indigenista. |
El alfabético a primera vista parece el más sencillo y el más práctico. Pero en realidad ofrece serias dificultades: 1° encontrar la palabra clasificadora no es siempre tarea fácil (por ejemplo, ¿cómo se forma la opinión de "nación"?); 2° ideas muy distintas van juntas, por ejemplo "corte" (encuadernación de libros, modistería, sede del monarca, etc.); 3° ideas afines van muy distanciadas (amor, amistad, afecto, cariño, simpatía, etc.); 4° en papeletas semejantes uno puede escoger un sinónimo en unas, otro en otras, y entonces se separarán en la clasificación de papeletas de la misma materia; 5° dentro de una clasificación no se especifican las subdivisiones posteriores.
El orden alfabético es muy útil para la catalogación del fichero de autores, pero no tanto para el de materias.
La sistemática de materias tiene el inconveniente de empezar ya siendo algo definitivo e inmutable; mientras que los conocimientos se van modificando al cabo de los años.
d) Clasificación decimal:
1° origen: Fue inventada por el norteamericano Melvi Dewey (1851-1932) y presentada primeramente por su autor el año 1873, y completada más tarde en 1891 en su libro Decimal classification and relativ index for arranging and indexing public and private libraries (Boston 1891)
En 1895 y 1897 fue adoptado y perfeccionado el sistema en los Congresos Internacionales de Bruselas por iniciativa del Instituto Internacional de Bibliografía, el cual ha publicado unas tablas bastante completas del método. Todas las combinaciones del sistema permiten expresar en cifras 2 mil millones de asuntos.
2° Ventajas: A pesar de los reparos que se le han hecho, y de las dificultades que aún pueda presentar, no cabe duda de que la clasificación decimal presenta innumerables ventajas, y de que sin disputa es la más racional, completa y universal de cuantas hasta el presente se han inventado.
Parece reunir las condiciones requeridas para una clasificación ideal, evitando en cuanto es posible los inconvenientes y sirve tanto para ordenar bibliotecas, como para clasificar apuntes; puede usarse lo mismo cuando son pocas las papeletas, que cuando son muchísimas. Sus ventajas crecen a medida que los apuntes aumentan y que las materias son más diversas.
Porque es:
a) sistemática: procede de lo general a lo particular;
b) completa: abarca todas las materias y todo el campo de cada una
de ellas;
c) detallada: puede expresar las ideas en todos sus grados y generalidades;
d) permite la combinación de ideas y su clasificación
desde diferentes puntos de vista;
e) lógica;
f) suficientemente explícita, aunque concisa;
g) de una notación fácil de escribir y de recordar;
h) expansiva y flexible, en el plan y en la notación;
i) válida para todo el mundo, pues emplea como signos los números,
que son universalmente conocidos.
3° En qué consiste: Divide (arbitrariamente y por utilidad práctica) todas las ramas del saber en diez grupos, numerados del 0 al 9; cada uno de los cuales a su vez se subdivide en otros diez; cada uno de estos últimos se subdivide también en otros diez, y así sucesivamente todo lo que sea menester, partiendo siempre de lo general a lo particular, del todo a la parte, del género a la especie.
0 Generalidades
1 Filosofía
2 Teología
3 Ciencias sociales Derecho
4 Filosofía Lingüística
5 Ciencias puras
6 Ciencias aplicadas
7 Bellas artes
8 Literatura
9 Historia y geografía
En ella toda la materia y toda división de la misma está representada por un número clasificador, lo cual ofrece la ventaja de la concisión en la asignatura; su internacionalidad; concentración de sinónimos y separación de homónimos.
Los números clasificadores se consideran como decimales, como si todos fueran precedidos de un cero y de la coma; por lo tanto, queda invariables cualquiera que sea el número de cifras que se alineen hacia la derecha. Cada una de éstas no es más que una subdivisión de la precedente. La serie de cifras no indica la importancia del objeto, sino su pormenorización. Con lo cual la posibilidad de extensión es indefinida, sin variación fundamental en la clasificación.
La ordenación se hace de menor a mayor, teniendo siempre en cuenta que los números se consideran como decimales.
4° Tablas auxiliares: A las tablas principales se añaden otras complementarias, que pueden incluirse, si es preciso, en cualquier Biblioteca que aplique este sistema de clasificación como es la Biblioteca de la Universidad Católica Santa María.
Al principio parece un poco confusa la clasificación decimal, en todo su conjunto. Lo más sencillo y práctico será contentarse con pocos números al inicio, dos o tres; entonces resulta relativamente fácil; pues no es difícil retener en la memoria los dos números clasificadores correspondientes en las tablas. Luego, a medida que vayan creciendo los apuntes de una sección o clasificación se adoptará otra subdivisión de ella, que será también fácil de recordar por el uso. Como todas las cosas, con la práctica se facilita extraordinariamente, y lo que al principio parecía ininteligible, luego parece la cosa más sencilla.
En nuestros días ya se comienza a utilizar este sistema en forma computarizada, con algunas otras modalidades.
3.4. ANÁLISIS Y SÍNTESIS
Por lo general, el análisis es la descripción o interpretación de una situación o de un objeto cualquiera, llegando a los elementos más simples de la situación o del objeto en cuestión. La finalidad de este procedimiento es disolver la situación o el objeto en sus elementos, así se dice que se ha logrado un procedimiento analítico cuando se ha realizado tal disolución. Este procedimiento fue adoptado ya por Aristóteles en la lógica de la demostración (apodíctica) con el objeto de disolver la demostración del silogismo, el silogismo en las figuras, las figuras en las proposiciones.
Al margen de las diversas interpretaciones que se han formulado sobre el vocablo síntesis, asumimos la más específica, en general y en nuestro caso particular, en cuanto puede ser considerado como el método que va de lo simple a lo compuesto, es decir, de los elementos a sus combinaciones en los objetos cuya naturaleza trata de explicar.
La oposición entre el método del análisis y el de la síntesis fue expresada por primera vez por René Descartes, y Guillermo Leibniz la expresó así: "A menudo se llega a bellas verdades mediante la síntesis, partiendo de lo simple a lo compuesto, pero cuando se trata de encontrar el medio para hacer lo que nos proponemos, la síntesis por lo común no basta... Y corresponde al análisis dar el hilo en el laberinto cuando es posible, porque hay casos en los cuales la naturaleza misma de la cuestión exige que se vaya a tientas y no siempre el atajo es posible" (Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, 1705).
Con mucha razón afirma Isaac Newton (1642-1727) que "mediante el camino del análisis podemos proceder de los compuestos a los ingredientes y de los movimientos a las fuerzas que los producen; y en general, de los efectos a sus causas o de las causas particulares a las generales, de manera que el razonamiento termina en las más generales" (La Óptica, 1704).
Las exigencias de naturalidad, de aprendizaje divertido, de búsqueda inicial en adhesión a la sicología infantil, hacen del siglo XVIII un siglo fértil de métodos, de medios auxiliares, con frecuencia patentados, y de juegos para ayudar a los niños en el aprendizaje de la lectura.
Se comienza a valorar el tiempo del aprendizaje: Py-Poulain Delaunay (1719) sostiene que con su método natural se aprende a leer el francés y el latín en tres meses, obteniendo aquellos resultados que habitualmente requerían tres años.
Muchos de estos procedimientos no hacen más que transferir a tablas, con letras pintadas diversamente, principios en uso desde hacía tiempo; así Delaunay desarrolló el método silábico de Port-Royal, que consiste en añadir una vocal muda (una e) a las consonantes para hacerlas sonar y pronunciarlas de esta forma al deletrearlas; o Dumas (1733), que transfiere el criterio de la combinación de los grafemas a su Bureau typographique, serie de cajones con letras de cartón para componer; o el abad Berthaud, cuya Quadrille enfants (1743) tuvo un gran éxito (fue reeditado hasta finales de la segunda mitad del siglo XIX), proponiendo a los niños todo un conjunto de fichas con figuras que evocan letras, para ejercitar su memoria visiva y también para facilitar de esta forma la composición primero de sílabas y luego de palabras.
El abad Radouvilliers, a quien los historiadores franceses consideran el iniciador de los métodos analíticos (o globales), en su De la maniere d'apprendre les langues (1768) sostiene que las lenguas se aprenden con el hábito y no con el razonamiento, y sugiere enseñar a leer partiendo de las palabras. Estas serán pronunciadas primero por el maestro y repetidas por el niño, luego mostradas en el libro mientras se pronuncian hasta que el acercamiento palabra-pronunciación/palabra-escrita se imprima en la memoria. En poco tiempo la visión de las palabras escritas recordará los sonidos de las palabras y de esta forma el estudiante sabrá leer.
Por otra parte, Nicolás Adam (1787) sostiene, en La verdadera manera de aprender una lengua cualquiera, que partiendo de palabras completas escritas en cartulinas se puede aprender a leer "es cuestión de tres o cuatro días", anotando que comenzaba por las palabras "porque es así como los niños aprenden a hablar de sus nodrizas", y se confiaba a la memoria auditiva y visual, entendiendo adquirido el mecanismo de base cuando los niños reconocían y hacían corresponder las palabras pronunciadas repetidamente en su ambiente con las escritas en hojas sueltas.
Sin desconocer los valores que se presentan a lo largo del tiempo, anotamos solamente algunos casos de interés acentuando los planteamientos que formulan:
Juan José Jacotot (1770-1840) confirma la mayor naturalidad del proceso analítico, proponiendo utilizar como punto de partida para el aprendizaje de la lectura las primeras 50 líneas del Telémaco de Fenelón.
Choron y Jomard elaboran el método de lectura de las escuelas de enseñanza mutua (de Bell y Lancaster, 1797), basado en la lectura del alfabeto y luego de las sílabas, deletreadas a continuación, y en la escritura, a través de la copia, a partir de la segunda clase.
Todos los avances e iniciativas quedan cortados a partir de la Ley Guizot de 1833, con la cual se crea en Francia la escuela primaria dependiente del Estado y las escuelas normales para la formación de los profesores. Tal ejemplo fue seguido por diferentes países, y el proceso de la enseñanza inició su camino a la deriva.