El hombre no recibe su ser espiritual substancial de la comunidad, sino que la comunidad condiciona su desarrollo y configuración posterior. Por su esfera espiritual, el hombre existe en su sustancia previamente a la comunidad, mas su ser accidental está vinculado a la comunidad.
Por ello tenemos una comunidad esencial constitutiva secundaria, ejemplo de la cual podría ser la comunidad de cultura. Al mismo tiempo, las comunidades esenciales originarias constitutivas primarias afectan al ser sustancial del hombre; las comunidades esenciales constitutivas secundarais, a su ser accidental.
Para diferenciarlas de las comunidades esenciales constitutivas, damos a éstas el nombre de comunidades finalistas libres.
A su vez, las comunidades finalistas libres pueden ser exteriores o interiores. El fin de las comunidades finalistas interiores es realizar en los miembros de la comunidad un valor comunitario.
Igualmente distinguimos las comunidades finalistas interiores entre comunidades finalistas interiores naturales y voluntarias. Comunidades de este tipo son especialmente las comunidades económicas de trabajo y también el matrimonio. Así, la comunidad esencial da lugar normalmente a comunidades finalistas y éstas por su parte presuponen comunidades esenciales en cualquier orden.
El desarrollo del ser espiritual y de su vida está condicionado totalmente por la comunidad. Las relaciones de persona y comunidad son una relación de vivencia.
La primacía de la comunidad sobre la persona encierra un derecho de la comunidad sobre la persona. Así, la comunidad puede privar al individuo de su ser material en toda su amplitud cuando éste atenta contra la existencia del ser material de la comunidad. Pero la comunidad debe respetar la conciencia personal del hombre.
1. ASPECTOS SUSTENTANTES
Para sostener que se da un por qué y para qué de la comunicación, nos fundamos en el examen de las relaciones entre persona y comunidad, las mismas que se manifiestan en las siguientes esferas:
1º Biológica: El hombre es absolutamente dependiente de la comunidad. Su vida material, con todo cuanto ésta incluye, la debe totalmente a la comunidad. El hombre recibe el cuerpo con sus potencias y facultades de sus padres y antepasados. En su vida corporal y en sus valores biológicos, el hombre está vinculado plenamente a la comunidad, es un simple miembro de la comunidad biológica; en cierta manera, es una desmembración de la gran corriente de vida que se derrama por la humanidad, es una parte de la totalidad humana.
2º Esfera económica: El hombre depende totalmente de la comunidad; ni en su niñez, ni aún en la edad adulta puede subsistir sin el auxilio de la comunidad; no es capaz de procurarse por sí mismo todo lo que necesita de alimento, vestido y vivienda; no puede protegerse suficientemente contra los peligros de la naturaleza, o las inclemencias del tiempo; dejado a sí mismo, jamás logrará una existencia digna, una civilización.
En su origen, conservación y configuración externa, el hombre está plenamente condicionado por la comunidad; carece de independencia; todo lo debe a la comunidad, existe y es posible sólo en y por la comunidad. La comunidad biológica y económica son comunidades esenciales primarias constitutivas en sentido pleno.
3º Esfera espiritual: la vida espiritual del hombre se funda en su alma sustancial, cuya espiritualidad sustenta sus raíces en un Ser Supremo, para los cristianos, en Dios; pues, no es transmitida ni engendrada, como la vida corporal; el hombre la recibe "de fuera". Por esta vida espiritual, el hombre es independiente de la comunidad. Antonio Rosmini (1797-1885) considera que la inmortalidad del alma se demuestra por su unión con el ser ideal, luz divina de la verdad.
Las facultades espirituales que generan el qué y el para qué de la comunicación yacen como posibilidades en el alma. Para despertar y actualizar estas potencias, y lograr una plena formación de vida espiritual, el hombre necesita vincularse con otros hombres. Alfred Vierkandt (1867-1953) afirma que "la inteligencia y la imaginación, los sentidos y la voluntad superior, nacen solamente del contacto con la comunidad humana". El hombre necesita de la comunidad; pues el aislamiento espiritual total o una separación de toda comunidad le harían perder muchos de sus valores.
El hombre recibe de la comunidad la lengua, condición previa-fundamental del desarrollo de su vida espiritual. La palabra, pronunciada por otro espíritu, convierte el espíritu humano en logos, lo hace consciente, activo, lleno de contenido.
En la vida espiritual, el hombre no es absolutamente autocrático e independiente. La vida intelectual, cuya actividad propia le da forma, viene condicionada por la comunidad, alcanza plenitud espiritual sólo en y por la comunidad. La comunidad espiritual, en la que se sitúa, es para él una verdadera comunidad esencial, que constituye cabalmente su ser espiritual y en la que él, como ser espiritual, encuentra plenitud.
El hombre no recibe su ser espiritual substancial de la comunidad, sino que la comunidad condiciona su desarrollo y configuración posterior. Por su esfera espiritual, el hombre existe en su sustancia previamente a la comunidad, pero su ser accidental está vinculado a la comunidad.
2. ESENCIA DE LA PERSONA
¿Cuál es la esencia de la persona? Examinando las diferentes formas cómo la persona se manifiesta, encontramos:
1) Esencia fenomenológica: Por la conciencia de sí mismo y del yo, el hombre se sabe un "yo", y se define como tal, frente a todo "tú". En cuanto "yo", el hombre posee su propio ser, su propia vida, sus propios pensamientos y voliciones, que le pertenecen sólo a él, que son diferentes del ser, de la vida, pensamiento y voluntad de cualquier otro.
El hombre es dado a sí mismo como alguien que es únicamente él y no otro, que no se repite, sino que subsiste único en el tiempo y singular en su condición. La conciencia del yo y del sí mismo presenta a la persona como un ser dado en unicidad y singularidad.
La persona, como conciencia del yo y del sí mismo está dotada de unidad integral e indivisión; no sólo existe en sí misma sino que también es "portadora" de sus actos; sus actos interiores y exteriores reciben cohesión del yo; del yo recibe el carácter unitario, el "carácter-yo". Son sus pensamientos, sus voliciones, sus acciones, sea cual fuere el objeto de su contenido.
El yo personal es la base unitaria, siempre igual a sí mismo, que subyace a los cambios y a la variedad, a los que el hombre ve sometido su ser interior y exterior. La persona es dueña de su actividad; posee poder creador en la medida que puede poner, por sí, algo de lo que ella misma es como ser inteligente.
Porque soy persona libre, origen de mis actos, debo responder por ellos, y aceptarlos con todas sus consecuencias. Por consiguiente, junto al dominio de los propios actos, la libertad incluye la responsabilidad.
El dominio y la responsabilidad de los propios actos no son otra cosa que la forma espiritual de la subsistencia. La persona no sólo existe en sí misma sino que crea de sí misma.
La unicidad y singularidad que percibe la persona a través de la conciencia del yo, también tiene sentido espiritual por una última forma de manifestación de la persona, esto es, por la conciencia moral. La persona es no sólo origen íntimo y sujeto responsable de su actividad, sino que posee en sí misma la norma, la ley de su actividad. Esta ley, que se revela en la conciencia moral, es una llamada distinta al yo.
La conciencia moral hace que la persona humana se perciba como ser dependiente, sometido a un dominio superior. Pues, de la triple manifestación referida: su conciencia del yo, su libertad y su conciencia moral se deduce su ser fenomenológico, el ser suyo "que se muestra por sí mismo", y que nos lleva a definir la persona como: un ser espiritual, limitado en su naturaleza, dotado de unicidad y singularidad, de independencia e indivisión interior.
2) Esencia metafísica de la persona. La conciencia moral presenta al yo un tú contrapuesto. El yo está sometido a este tú incondicional y absoluto, puesto que éste le ordena en forma incondicional y categórica. Es el absoluto divino el que se revela al yo humano en la conciencia. La conciencia descubre la persona humana en sus relaciones con el Ser Supremo.
Sin embargo, la relación del yo humano con el tú Supremo no implica la determinación de la persona humana, sino que en ella se funda la esencia última y más profunda de su ser personal con todas sus características. El ser personal del hombre tiene su razón más honda y su origen último en la personalidad del mismo Dios, cuya imagen es el hombre. El ser de la persona recibe de allí una luz, luz a la que no llega la fuerza cognoscitiva natural, pues necesita de una comunicación superior, sobrenatural, que nos viene a través de la Revelación.
Consecuentemente, la persona humana, imagen de la personalidad divina, esencialmente es un ser hacia, es una relación. El ser personal del hombre no procede simplemente de una relación (de la relación de amor de Dios) sino que es íntimamente relación. A pesar de la unicidad y singularidad de la persona, que pone frente a las demás personas una barrera absoluta e infranqueable, la persona está esencialmente ordenada a otras personas. De ahí el por qué y el para qué de la comunicación.
3. DIFERENTES FORMAS DE COMUNICACIÓN
En este contexto, el valor comunitario puede realizarse en cada miembro de la comunidad de forma que sea un elemento constitutivo de su esencia y existencia. Además, puede ocurrir que la realización del valor comunitario (en el ser de cada miembro) sea dada por la naturaleza o por algo secundario y posterior.
En el primer caso, hablamos de una comunidad esencial constitutiva originaria. Un ejemplo de esta comunidad se presenta en la comunidad biológica (la vida corporal con cuanto le es propio), cuyo valor comunitario se le da al hombre desde su origen.
En el segundo caso, tenemos una comunidad esencial constitutiva secundaria, ejemplo de la cual es la comunidad de cultura. Al nacer, el hombre no trae consigo los valores culturales, los recibe posteriormente; sin embargo, también estos configuran e informan su existencia, influyendo en su manera concreta de ser.
Las comunidades esenciales constitutivas no son resultado de una reunión libre de sus miembros; se les da la comunidad y se les impone de modo inevitable, pues los miembros de la comunidad reciben su ser de ella. Al mismo tiempo, las comunidades esenciales originarias constitutivas primarias afectan al ser sustancial del hombre; las comunidades esenciales constitutivas secundarias, a su ser accidental.
Sin embargo, el valor comunitario no condiciona el ser y la existencia de los miembros de la comunidad con carácter de elemento constitutivo, ni se les impone con carácter de realidad dada. Existen comunidades que nacen de la libre decisión del hombre y cuyo valor comunitario necesita realizarse. En este caso, el valor comunitario se presenta como una meta ideal a conseguir, como un "fin", para cuya realización se funda la comunidad. Por ello, éstas reciben el nombre de comunidades finalistas libres, para diferenciarlas de las comunidades esenciales constitutivas.
Las comunidades finalistas libres pueden ser exteriores o interiores. En las finalistas exteriores se trata de un valor comunitario que no se realiza en los miembros de la comunidad sino en un objeto exterior (por ejemplo, asociación para la protección de la naturaleza, o la protección del medio ambiente). El fin de las comunidades finalistas interiores es realizar un valor comunitario en los miembros de la comunidad.
En las comunidades finalistas interiores hemos de distinguir las naturales y las voluntarias. Las comunidades finalistas interiores naturales dependen ciertamente de la unión libre; no obstante, su formación se produce bajo el impulso de la naturaleza, movida por instintos e inclinaciones que son expresión de la necesidad de completarse que siente el hombre y le impele a la formación de la comunidad. De este tipo, es el matrimonio y las comunidades económicas de trabajo. Su fundamento es la naturaleza humana; sin embargo, no constituyen ellas mismas el fundamento de la naturaleza del hombre, como las comunidades esenciales constitutivas. Las comunidades finalistas interiores voluntarias, como las de interés, y al igual que las comunidades finalistas exteriores, dependen únicamente de la libre decisión de sus miembros.
Pero el distinguir diferentes clases y formas de comunicación, no significa que todas ellas se den de forma pura y definida. Tanto las clases de comunidad como las diferentes formas de comunicación, en algunas ocasiones se compenetran y condicionan mutuamente. Así, la comunidad esencial da lugar normalmente a comunidades finalistas, y, por su parte, éstas presuponen comunidades esenciales en cualquier orden. Tampoco pueden definirse claramente los límites que separan las comunidades finalistas exteriores de las interiores; en el paso de unas a otras no hay solución de continuidad. Igualmente, entre las clases de comunidad y sus valores comunitarios no existe separación vertical ni horizontal, sino que forman un orden social unitario. La vida comunitaria es también vida y no admite esquemas rígidos, sino que es orgánicamente coherente. No obstante, sus estructuras, definidas y estables, justifican la división.
4. DETERMINACIÓN DE LAS RELACIONES PERSONA - COMUNIDAD.
El hombre logra la plena formación de su persona sólo en y por la comunidad con otras personas. "Persona" es el hombre anteriormente a toda comunidad humana; pero "personalidad", esto es, persona en desarrollo efectivo y constructivo, lo será sólo en y por la comunidad con otros hombres.
El yo necesita del tú para llegar hasta sí mismo. A. Vierkandt afirma que "la conciencia del yo esta fuertemente ligada al trato con los demás hombres, esto es, a ciertos contrastes del individuo verificados por aquellos". La conciencia de sí mismo, la libertad y la conciencia moral están encerradas en el alma del infante.
La persona forma su personalidad sólo dentro de la comunidad personal. Cuanto más hondo cala la persona en la comunidad, tanto más exuberante se desarrolla su personalidad. El desarrollo de su ser espiritual y de su vida está condicionado por la comunidad.
Si consideramos la persona humana en toda su plenitud natural, resulta que todas sus esferas vitales se hallan encuadradas en una comunidad esencial constitutiva y comunicativa. El hombre, absolutamente independiente y autónomo, que se baste a sí mismo como persona espiritual, que produzca de sí mismo su ser interior espiritual y personal, y que a lo sumo necesite de la comunidad para fundar y llenar su existencia corporal, es una ficción. No existe alguien que no haya sido (desde el primer momento de su existencia) un ser comunitario. "La sociedad humana, afirma Wilhelm Schwer, no es... algo accidental al hombre. La comunidad no es un accidente de la personalidad; el hombre es en la misma proporción comunitario e individual en su estructura básica".
Que el hombre sea esencialmente ser comunitario por naturaleza, que sea "naturaliter sociale", significa que el hombre absolutamente es posible sólo como ser comunitario.
Las relaciones entre persona y comunidad no pueden resolverse unilateralmente a favor de uno o de otro polo. Las relaciones de persona y comunidad son una relación de tensión. Cuanto más profunda es la tensión, tanto más fecunda es la relación. Consecuentemente, aquí se halla el por qué y el para qué de la comunicación.
5. DERECHOS DE LA COMUNIDAD FRENTE A LA PERSONA
La primacía de la comunidad sobre la persona encierra un derecho. En casos de necesidad la comunidad puede hacer valer su derecho. En el ámbito de la vida corporal, la comunidad puede exigir al hombre todo su ser. Y en el ámbito espiritual y personal, en lo que afecta al desarrollo y configuración exterior, el hombre está sometido a la comunidad; pues su desarrollo y configuración espiritual y personal viene condicionado por la comunidad. Por tanto, la comunidad tiene derecho para:
1) Desposeer al individuo del ser cuando éste se muestra hostil a la comunidad o cuando atenta contra la existencia del ser material de la comunidad, o comete alta traición contra la existencia de la comunidad o destruye la vida corporal de la comunidad en uno de sus miembros incurriendo en homicidio voluntario; entonces, la comunidad puede privarle de la vida mediante la pena de muerte; pues el individuo que daña a la comunidad, se hace indigno de vivir en ella.
Cuando el individuo infiere grave daño económico a la comunidad, puede ser desposeído de sus bienes económicos, cuidando que no se ponga en peligro su existencia. Si los daños inferidos amenazan la misma existencia de la comunidad, por ejemplo, un sabotaje económico en tiempo de guerra o de crisis, entonces el individuo se hace indigno de vivir en la comunidad.
2) Reclamar la colaboración del individuo cuando los intereses de la comunidad lo exijan. La persona está obligada a exponer su vida en defensa de la comunidad. Negarse radicalmente a colaborar, es contrario al derecho natural de la comunidad.
Además, el individuo debe imponerse sacrificios económicos según lo exija el bien económico de la comunidad, y poner sus fuerzas espirituales y personales al servicio de la comunidad, cuando ésta las necesite.
3) Controlar y dirigir todas las esferas existenciales y vitales en las que la existencia del individuo depende de ella; por tanto, debe vigilar y actuar positivamente para que los intereses de la comunidad queden a salvo en dichas esferas.
La comunidad es competente en todas las esferas comunitarias de valor, biológicos, económicos y en el ámbito de la creación cultural y la formación de la personalidad; ninguna esfera de valor queda sustraída a la disposición de la comunidad.
Consecuentemente, de la vinculación de la persona humana a la comunidad derivan profundas competencias y derechos de la persona frente a la comunidad y de ésta frente a la persona.
6. DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA FRENTE A LA COMUNIDAD
Por su esencia, la persona trasciende a la comunidad en el campo de lo sobrenatural y religioso, pues la competencia recae en otra comunidad: la Iglesia.
La dignidad de la persona humana, fundada en la personalidad divina, prohibe convertir al hombre en simple medio para fines terrenos, aún en interés de la comunidad. El hombre no es un "instrumento"; no puede ser desposeído de su libertad y autonomía interior, ni la comunidad puede privarle de su responsabilidad; su conciencia personal debe ser respetada.
De la prioridad esencial de la persona frente a la comunidad se siguen ciertos derechos fundamentales e intangibles, que jamás deben ser lesionados:
Primero, que las esferas de valor superior presuponen las inferiores. El ser personal presupone el espiritual y ambos tienen como base los valores biológicos y económicos. El valor vital sobrenatural se apoya en la esfera natural del valor.
Segundo, que el hombre es un todo, en el que las distintas esferas vitales y de valor no se hallan separadas y en estratos, sino que se compenetran. El ser personal-espiritual informa todo el hombre, imprime carácter espiritual y personal a las mismas cosas exteriores que posee para satisfacción y configuración de sus necesidades vitales. Todo el hombre está llamado al orden sobrenatural. La dignidad sobrenatural que recibe el hombre se extiende a todas las esferas de su vida.
De tales bases, se desprenden las consecuencias en orden a las relaciones entre persona y comunidad:
1º Los valores vitales del individuo no deben posponerse a los intereses de la comunidad, poniendo en peligro los valores y derechos absolutos de la persona. No puede sacrificarse el bien material del individuo en interés del bienestar económico general; ni puede atarse al hombre a la vida económica, privándole de tiempo y posibilidad para desarrollar su personalidad.
2º Cuando la comunidad interviene en las esferas vitales del individuo, debe salvaguardarse la dignidad absoluta de persona llamada al orden sobrenatural. El criminal, condenado a muerte, es persona y debe ser tratado como tal en su ejecución; tiene derecho a ser respetado, pues está llamado a la resurrección y a la glorificación, respondiendo al importante acto de comunicación trascendental.
Lorite Mena José, Para conocer la filosofía del hombre, 1992
Nicolas Simonne, Para comprender la filosofía, 1991.
Yarce Jorge, Filosofía de la comunicación, 1986
De Sahagún Lucas Juan, El hombre ¿quién es?, 1988.